!Este es mi pueblo!
En el me vieron nacer y en el me enterraran (eso
pensaba hace unos años); pero las cosas no suceden como
quisiéramos y a menudo, elementos ajenos pasan a formar parte
vital de nuestras vidas y de nuestro entorno, con tal fuerza, que
nos obligan a tomar "los senderos del diablo", sin que
podamos hacer nada, salvo resignarnos o morir.
!Este es mi pueblo!
Que no me hablen de otros pueblos, de otros
países semejantes, de gentes con las mismas costumbres que las de
mis paisanos; de lugares donde las casas tienen agua corriente y
luz, donde no hay caminos, sino carreteras.
!Este es mi pueblo!
Porque este es el lugar donde vivieron, sufrieron y
gozaron mis antepasados, donde en cada piedra se puede leer
nuestra historia, donde la memoria se remonta hasta gentes de
cientos de años que aquí vivieron y que aunque no sean de la
familia son algo "nuestro".
Lo
de "año de nieves año de bienes" no se cumplió en
aquella ocasión y precisamente cuando todo estaba mas blanco, nos
dimos cuenta de que el destino nos la jugaba, de que un pueblo no es
al fin y a la postre más que eso "un pueblo", de
que no éramos todo lo importantes que pensábamos.
Aún no habían dado las cinco de la mañana de un ventoso día
del mes de diciembre y allí nos encontrábamos alrededor del
fuego esperando que de un momento a otro apareciera Juaco el
"cabrero". Serían unas siete horas de camino hasta la
collada del lobo (ida y vuelta) puesto que habían salido sobre las
ocho de la tarde y calculándole un par de horas a la disputa,
debería de estar al caer.
El
tío Ramón era de la condición de que en siete horas no había
bicho viviente que consiguiese ir y volver, ni siquiera llevando
trineo, que como el mismo dice, "para lo que le iba a servir".
Más bien pensaba que las nueve horas que habíamos calculado los
demás se las echaría con facilidad en la travesía, eso sin
contar con que además no habíamos tenido para nada en cuenta al
"abuelo" y que mas de uno se lo había topado con la
fresca por el mismo sendero que tendría que recorrer el Juaco.
Ramonin por el contrario, que si el Juaco era mucho Juaco pa que
un oso hambriento por muy grande que fuese le estorbase el paso, y
que no había en los contornos un mozo que mejor se las
apañase para hacer ese viaje y además, que el único peligro que
había no era otro que las mozas, y que con esas si que se volvía
lelo y a lo mismo luego no atinaba con la sendera. Total que con
estas y otras parejas estábamos cuando se levantó Luciano como un
espuni, y a grito pelao nos mandó silencio a todos...