Una vez más voy a decir
lo mismo, pero buscando palabras y frases diferentes. Hay muchos
términos para describir la ilusión que algunos tienen por aprender,
el entusiasmo ante el recorrido hasta alcanzar diversas metas; pero
el estado mental que te predispone con mayores garantías es la clave
y aquí es donde nos podemos topar si es nuestro deseo con el término
“shoshin”.
Si acudimos a la
impagable WIKIPEDIA podremos leer esto:
“Shoshin
(初 心)
es un concepto del budismo
zen y las artes
marciales japonesas que significa "mente de principiante".
Se refiere a tener una actitud de apertura, entusiasmo y falta de
ideas preconcebidas cuando se estudia un tema, tanto a un nivel
avanzado, como de principiante.
La frase también se utiliza en el
título del libro Mind Zen, mente de principiante por el maestro Zen
Shunryu Suzuki, que dice lo siguiente sobre el enfoque correcto para
la práctica del Zen: En la mente del principiante hay muchas
posibilidades, en la mente del experto hay pocos.”
Poco
que añadir; en todo caso yo cambiaría lo de “estudiar
un tema”
por alcanzar un proyecto en su sentido más amplio. Cuando
la mente está vacía, no hay dificultad en encontrar cualquier cosa
que contribuya a su riqueza siempre teniendo presente que jamás se
llenará; pues el día que lleguemos a la conclusión de que está
completa, de que lo sabemos todo estaremos perdidos
irremediablemente.
Cuando somos conscientes
de lo infinito de nuestra mente, hasta el logro más inalcanzable, se
torna insignificante; ese es el estado perfecto, pues nunca nos
cerraremos a conseguir más y más logros; cuando la mente no está
saturada de ideas preconcebidas, siempre estamos menos expuestos a
las dificultades asociadas al cambio. El aprendizaje nunca está
exento de una gran dosis de humildad, y todo se viene abajo cuando
viene don ego a tocar a nuestra puerta y se la abrimos de par en par.
Si trasladamos todo esto
al deportista, nos encontraremos con dos tipos diferentes; aquél que
cada día descubre algo nuevo, el que sale a correr por el simple
placer de correr; incluso aquél que de cuando en cuando compite por
el simple placer de enfrentarse a sus miedos sin temor y pasados
muchos años, aún atesora la inocencia del principiante; y aquél
que tras un tiempo creciendo se olvida de sus orígenes y da por
cerradas ciertas etapas en su vida pensando que ya las ha superado
con creces y dándoselas de experto.
Uno comienza con una
carrera de cinco kilómetros que termina con dificultad, para pasar a
una de diez, después de veinte; y a veces y en solo un instante todo
se rompe y la ilusión se trastoca en obsesión. Evidentemente,
cuanto mayores son las cualidades del deportista, mayores son las
ocasiones de abandonar ese tan deseado estado de “shoshin
”. Nos será en ese caso más complicado mantener esa
imprescindible dosis de humildad propia del principiante para
prosperar, y por otro lado, nos costará menos atrincherarnos en ese
orgullo que nos hace olvidar hasta nuestros más grandes defectos.
Si uno se lo propone,
jamás deja de aprender y si convenimos que el aprendizaje (cuando
es deseado), nos aporta altas dosis de felicidad; ¿porqué no
trabajar a diario nuestra mente de principiante?