RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

15 jun 2019

PROGRESSUS


Nació en el seno de una familia humilde, que es como se denominaban entonces aquellas en las que el hambre estaba constantemente al acecho; sobrevivió a cuatro hermanos mayores con lo que se convirtió en el mayor de la casa.

A los siete años entró a servir de pastor para un comerciante del pueblo llamado Marcial; desde aquél día hasta los setenta y ocho en que falleció (Don Marcial); no dejó de pasar de un amo a otro; porque una vez que el primero falleció, Andresito se encargó de la hacienda que mira tú por donde, años más tarde vendieron con sirviente incluido a un terrateniente de Ávila amante de los toros.

Nunca cobró una paga, y a pesar de estar todo el día con las ovejas, las vacas, las gallinas, los conejos, y cualquier bicho que puedas imaginarte, tenía tiempo para limpiar cuadras y hacienda. Mas tarde llegaron los toros, los viajes al campo, llevar y traer, traer y llevar sin descanso.

Nunca le faltó un trago de leche, pero pocas veces probó alguno de los quesos o las pastas de manteca que hacía el ama. Durante sus primeros cinco años se tenía que buscar la vida, sisando un poco de aquí y allá para poder llenar el estómago, jamás se le ocurrió pensar que tuviera derecho a un sueldo. Con trozos de tela y algo de bramante, se las iba apañando para tapar los rotos y descosidos de los pocos pantalones que conoció ya no digamos nada de la chaqueta; única prenda de abrigo que conoció en toda su vida laboral, es decir en toda su vida.

Afortunadamente gastaba el mismo pie que el señorito Marcial (que en paz descanse), de modo que todo lo que tiraban, el lo guardaba a buen recaudo y no fue el calzado precisamente algo de lo que estuviera necesitado, siendo casualmente el último par de botas que le quedaba el que se llevó a la tumba.

Nunca lo supo, pero tuvo un hijo con aquella señora que siempre llegaba tarde a por su cuartillo de leche; fue una hermosa noche de verano en que los amos se habían ido de boda a los madriles; luego repitieron media docena de veces más y pasados unos meses, ya no la volvió a ver más.

Han pasado ya sus buenos setenta años, y se le removerían los huesos en la tumba si supiera que el hijo fruto de aquella relación también tiene amos; cobra un sueldo pero le da justo para pagar el alquiler y se las ve y se las desea para comprar algo de ropa extra o para darse algún capricho, pues a pesar de trabajar sus a veces doce horas diarias, viste con decencia, pero come pobremente. Para colmo está el móvil que le sale por un ojo de la cara, pero que se ve obligado a llevar constantemente porque es el único medio por el que le avisan cuando sale curro.

A esto le llaman progreso; se habla mucho de gente que gana dinero en abundancia, de negocios y grandes fortunas y es esa gente la que consigue que nos olvidemos de los que dentro de esa marcha hacia adelante no consiguen dar un solo paso, quedando atrapados en ese remolino millonario.

Son los criados.