RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

27 jul 2020

El caballo susurrador

 


Era uno de esos días, en que a poco que te menees se te pega la camiseta a la espalda y el pescuezo pide que le pongas a remojo en la primera fuente o presa que encuentres por el camino.

No serían más allá de las once y media de la mañana, pero Lorenzo ya apretaba de lo lindo sin importarle un pito si a mí me apetecía o no. Es lo que tiene la naturaleza, que va por libre e incluso cuando le pones freno parece que siempre de un modo u otro busca, (supongo que sin querer) venganza.

Pasaba por una finca donde pastaban como media docena de caballos (o yeguas que ahora mismo no había caído yo en eso), cuando un potrín, seguramente de menos de un año (o potrina que tampoco en eso me fijé) se acercó a la valla, una de esas que descargan corriente si tocan los animales, y se me quedó mirando fijamente al tiempo que movía la boca. En un principio, supuse lógicamente que estaba rumiando, pero al poco me pareció que de su hocico salían algunas palabras ininteligibles.

Tras dos o tres cabezazos al aire, fue como si se hiciera la luz e inmediatamente comencé a comprender todo lo que me decía, que no era mucho por cierto, aunque lo que me llamó mucho la atención, fue el tono, algo así como de mala baba, como hablan todos los jefes incompetentes del mundo.

Yo dije no me digas porqué lo dije: ¿Qué?

Y el animal contestó inmediatamente y con voz clara y potente: “Que saques esa cámara que llevas en la mochila y me tires una foto ¡atontao!. ¡Vamos!, ¿es que estás sordo?. Venga que no tengo toda la mañana jambo.

¿Cómo se afronta una situación así?. Pues lo primero es que se pone la cara de tonto y los labios se te caen sobre el pecho mientras miras para todos los lados; luego se te ocurre que igual es una broma, pero no hay ni un alma en aquella extensa pradera a punto de echar humo por la calorina, de modo que sacas la cámara que efectivamente llevabas en la mochila y te sorprendes preguntando al animal ¿De cuerpo entero?.

Pero chaval, ¿acaso estás preparando oposiciones a gilipollas?. Hazla como te plazca, pero ¡YA!.

No me dio tiempo mas que a disparar una, pues el bicho tendría seguramente algún don especial, se las piró inmediatamente con sus compañeros sin decir esta boca es mía y dejándome con cara de no entender ni jota.

Para cuando llegué a su altura de nuevo, simulaba comer hierbas de aquél secarral con sus colegas, al tiempo que iba expulsando las anteriores (supongo) en forma de grandes bolas y como era de suponer, pasó de mí como si no hubiera sucedido lo que sucedió.

Se que siempre habrá alguien que no se lo crea, pero afortunadamente al llegar a casa pude constatar que en esta ocasión tenía pruebas de lo acontecido.

La foto.