RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

4 ene 2012

SUCESOS QUE NO SUCEDEN


Se advierte a los lectores en relación con lo que van a leer, que cualquier parecido con la realidad o es simple coincidencia o pura ficción:


Pepe, concejal del ayuntamiento de la localidad de “Saraos”, da el visto bueno para que Juan, que es constructor, pueda desviar el cauce del río “tarantán” por una finca que casualmente es de su propiedad, mientras duren las obras de un proyecto consistente en levantar una “casa del pueblo” con la última tecnología en el paraje conocido como “el pradillo” . Se estima la duración de la obra, en 33 meses.

Algunos vecinos del pueblo ponen el grito en el cielo, porque se preguntan cómo van a poder regar ahora sus fincas y dicen además, que para que quieren una “casa del pueblo” que ellos no han pedido, que para eso ya tienen el “teleclub”; que con un buen retejado y unas manos de pintura, puede albergar todas las tecnologías necesarias; a saber una buena mesa para el dominó, y otra para el perejil que es a lo que juegan Doña Venancia, la Palmira, Eudosia y la Gelines los domingos y ¡ah!, una estufa nueva, porque la que hay huele a gas y cualquier día estalla la bombona y les deja fritos a todos.

Se reúnen varios vecinos y van a ver al presidente del pueblo, el cual les comenta que él nunca estuvo de acuerdo con este proyecto, que es obra del concejal y de su cuñado Juan (el constructor), ya que por lo visto cuando llega la canícula, el cuñado, o sea Juan (el constructor), no tiene suficiente agua con la que le llega para llenar la piscina, que él (el presidente del pueblo) ya ha hablado con el alcalde y este le ha dicho que por sus “c” que esa obra se hace y que no hay más que hablar.

Como quiera que la Venancia, casualmente, tiene un hijo en Madrid que estudia “leyes”, deciden ponerse en contacto con él para que les asesore.

Pasadas unas tres semanas, y agobiados por los cortes de agua dado que ya han comenzado las obras, deciden realizar otra llamada a Don Nicolás (el hijo de la Venancia), el cual les responde que tiene muchísimo trabajo, pero que por ser ellos este mismo fin de semana que tiene un asunto por allí cerca se desplazará al pueblo y que además (también por ser ellos), les aplicará la tarifa especial que tiene para los amigos.

Lo de la tarifa causa cierto revuelo en unos y recelo en otros; pero al final las dudas se disipan al concluir que se trata de un paisano y no de uno “cualquiera”.

Efectivamente, el domingo a la hora de la partida, se presenta Don Nicolás en el teleclub, y tras una breve charla, les dice que no se preocupen que va a hacer todo lo posible por parar las obras inmediatamente, pues entiende que la ley está de su parte (de los indignados por supuesto), que le sabe mal, pero tendrán que abonar cinco mil duros, por mor de una serie de gestiones, recursos y entrevistas, pero que en breve, no solo todo quedará solucionado, sino que piensa que las costas correrán a cargo del demandado.

Pasadas otras tres semanas, ya han comenzado las obras en el pradillo, pero las máquinas se van dejando un gran agujero en una zona próxima a la pared sur del cementerio, porque por lo que se ve aún hay bastante caudal y así dicen que es imposible trabajar.

Mientras tanto en casa de la Venancia, hay una pequeña discusión, porque de Don Nicolás nada se sabe y a sus fincas ya no llega ni una sola gota de agua. Doña Venancia les asegura que no hace ni diez días que “Colasín” estuvo reunido con el Alcalde, el concejal de obras y su cuñado (Juan), y que por lo que ella pudo observar, se le veía muy contento (a Don Nicolás).

A todo esto, Alfredo (otro vecino del pueblo), que no había querido saber nada de nada, desde lo de los cinco mil duros, había mandado venir a uno de “San Cisterna”, para que le hiciera un pozo en la “retozona”, (finca de su propiedad); con tan buena suerte que podría haber, una gran bolsa de agua a solo seis metros de profundidad.

A los pocos días se presenta el alguacil en casa de Alfredo, con un escrito del ayuntamiento en el que se le notifica que se le paraliza inmediatamente la obra del pozo, dado que no ha solicitado el permiso pertinente. El alguacil que es un primo lejano de su mujer (que en paz descanse), le susurra que todo es cosa del concejal, porque según su cuñado (Juan), la bolsa viene de las corrientes del río.

Don Nicolás, vuelve de nuevo a reunirse con los vecinos, que están ávidos de noticias; el leguleyo les comunica que las cosas se han torcido un poco, a causa de una amistad que tiene el constructor en los “madriles” y que si quieren seguir adelante, hay que poner siete mil del ala, porque el contacto que tiene en Madrid, por menos no da un palo al agua.

Ya va para varios meses que el caudal del río pasa por la finca del constructor, pero las obras de la casa de cultura aún no han comenzado, los vecinos ya no saben muy bien qué hacer, ni de quien fiarse, pues se comenta que Don Nicolás es ahora, el abogado que representa a Juan en la demanda que ha presentado Alfredo por la paralización de la obra del pozo y también es el abogado del ayuntamiento frente a la causa abierta por la denuncia del presidente por el derrumbe de una parte del cementerio, consecuencia de las obras del pradillo.

Por si fuera poco, ha salido un edicto de la alcaldía, avisando, que queda terminantemente prohibido excavar en busca de agua, sea por el método que sea, con lo cual los vecinos, que han perdido ya a estas alturas las cosechas, ya no podrán sembrar nada en el futuro.

En poco menos de un año, aunque la vida sigue su curso, sin embargo, que se sepa; el río ha pasado a ser propiedad del constructor, el concejal y el alcalde tienen los dos sendos cochazos de marca, que son la envidia de todos; Don Nicolás, aunque ya no se habla con su madre, tiene una piscina nueva en un chalet de su propiedad en una zona residencial de la capital denominada “tres duros”.

Como se ha podido observar, el origen del problema ha sido: el afán desmedido de Juan que ha pisoteado los derechos de un pueblo para su exclusivo beneficio; la falta total de honradez de un alcalde y un concejal que en vez de defender los derechos de los ciudadanos que les votaron, han aceptado sobornos pensado solo en sus bolsillos; en un hombre de leyes, sin principios que ha estafado a sus clientes y por último y tal vez el verdadero origen del problema, en unos vecinos, que pensaban, que los gobiernos son elegidos para mejorar la vida de sus ciudadanos, que las personas como Juan son necesarias para la prosperidad de un país y que los hombres de leyes son todos justos.