RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

26 jun 2013

EL LADO AMARGO DE LA VICTORIA


Estamos acostumbrados al “no hay mal que por bien no venga”, pero nadie quiere lo malo. Desde niños nos dan ejemplos de vencedores, a los que nadie se preocupó de hacerles una sencilla pregunta “¿Qué sabor tiene la victoria?.

A lo largo de la historia del deporte, encontramos personajes dispuestos a todo por formar parte de ese grupo. Otros en cambio utilizan el esfuerzo como un medio para respetarse a sí mismos. Tanto unos como otros resultan a veces vencedores, pero el sabor de la victoria, es diferente en cada caso. 

En el ámbito deportivo, parece que, solo aquellos que sobresalen, son dignos de tener en cuenta, como si el esfuerzo del resto no tuviera ningún valor.

El deporte entendido como pasatiempo, o como práctica sana, casi no existe. A nivel social tras el deporte hay demasiados negocios como para poder colocarle la etiqueta de “saludable”, y desde luego, igual no tiene tanto de “entretenido” como debería.

El principiante, que comienza temeroso, pero ilusionado; antes o después caerá en las garras de los depredadores comerciales, zapatillas, camisetas, gafas, pulsómetros, productos energéticos de todo tipo, y una gama tan amplia de artículos deportivos, que el sujeto perderá gran parte de su propia sustancia, para concentrarse en el atuendo más que en la afición. 

Una vez conseguido el objetivo, aparece la desilusión al tiempo que cierta amargura, porque el camino no era el adecuado. Compras coche nuevo; te pasas el día mirando, acariciando, y a los dos o tres días la cosa ha perdido su encanto, ya no ilusiona. ¿Para que era el coche, entonces? ¿para utilizarlo como medio de transporte, o para presumir?.

El camino hacia eso que llaman éxito, está plagado de pequeños contratiempos, de dificultades, de golpes, son el lado amargo, el lado desagradable, pero sin ellos, la victoria no tendría ningún valor.
Nada hay más lícito que alegrarse cuando las cosas salen bien. Ganar una competición, nada tiene de malo. Hay individuos con cualidades extraordinarias, que pueden vivir el deporte como un medio de vida. Otros buscan imitarlos a través de gestos, costumbres, ropajes y ritos, buscando tal vez disfrazar con ello su fracaso en lo deportivo. Son a menudo, proyecciones virtuales que tienen como pantalla su propia mente. 

Pero existe aún, un reducto inexpugnable; donde la tecnología y la marca de postín, solo llegan cuando es necesario; son aquellos que se dejan llevar por los instintos propios del hombre libre, del hombre que elige por sí mismo; no por las modas o los dictados de los profesionales del marketing.