No solo no somos
perfectos, sino que aquellos que se aproximan a la excelencia
deportiva, dependen a menudo más del criterio y la empatía de los
demás que de la propia definición de la palabra.
Se comenta a veces que
los resultados tras tal o cual competición no han sido brillantes;
incluso hay quien censura el comportamiento de los deportistas; pero
lo cierto es que dependiendo del origen y los criterios que empleemos
los juicios serán más o menos acertados. Sin embargo, hay algo que
no debemos olvidar, el atleta solo pone en práctica lo que le indica
su entrenador, aunque sea en el marco de unas normas que establecen
las federaciones que no dejan de tener su importancia.
Evidentemente si el
criterio son las marcas y las medallas (cosa lógica
para clubes y federaciones), podríamos hablar de un mal
resultado, sin embargo ¿Dónde queda aquella frase que decía “lo
importante es participar”?.
No resulta sencillo
conseguir cada año una marca mínima que te garantice la
participación en copas o competiciones de nivel europeo o mundial.
Para llegar a esos niveles, en un principio, hay que poseer unas
características determinadas, que acompañadas de otros ingredientes
como puede ser básicamente el trinomio
entrenamiento-sufrimiento-circunstancias, que te permitirán alcanzar
el objetivo previsto o no.
Es agradable obtener un
buen resultado, y hemos de reconocer que prácticamente todos lo
tienen como meta, pero cuando las cosas no salen como estaba
previsto, hay que dejar correr el agua de la vida y aprender de los
errores si los hubo, seguir trabajando, y aprovechar la próxima
corriente.
Debemos suponer que hasta
en el más disparatado de los casos, todo el mundo desea hacerlo
bien, a menudo con mucha ilusión, pero en muchas ocasiones cuando el
interés decae la rueda impulsora es la obligación; y como diría
Perogrullo, entonces las cosas no solo no son iguales, sino que son
distintas.
La corrupción existe en
el deporte como existe en la sociedad, y en ambos casos tal vez la
peor consecuencia es que ejerce una gran influencia sobre las
personas (premios económicos, halagos, falsos
amigos... ). Por lo general, la causa es económica, y la
fuente se encuentra en los más altos estamentos, llegando con tal
fuerza hasta el propio deportista, que lo que era economía, se
transmuta en sicología, y es justo en ese momento, cuando se
pervierte la mente del atleta, y se comienza a hablar de éxito,
fracaso o abandono.
Pero hay otros modos de
evaluar los resultados, y si estamos de acuerdo en que el esfuerzo es
el mayor valor de una sociedad; si coincidimos en reconocer el
trabajo por encima del resultado, al final las críticas serán tan
puntuales como necesarias, al tiempo que evitaremos que algunos
busquen en otros lugares ajenos a las pistas la fuerza necesaria para
cumplir con una obligación que nunca debió dejar de ser pura
ilusión.