RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

26 dic 2016

HOY NO OS PIDO, HOY OS EXIJO.



Me vi encaramado en un púlpito y observado por miles y miles de personas, yo diría que millones, todos esperaban mis palabras, de modo que tras una profunda respiración comencé mi discurso:


Con vuestro permiso (o sin), voy a exigir un mundo donde desde la más tierna infancia, se eduque a esas peque-personitas en el respeto al TODO, dando preferencia a lo que tenga que ver con la naturaleza, plantas pequeñas, árboles grandes, animales de todos los colores, aguas mansas o bravas.


Creo firmemente que si eso ocurriera, la palabra respeto desaparecería del diccionario porque no tendría ya sentido buscarla.


Creo también que ningún niño pintaría las paredes de su barrio, ni tiraría los envoltorios al suelo, ni le daría patadas a los gatos.


Así mismo, creo que si somos capaces de respetar un árbol, más capacitados estaremos para respetar al resto de seres vivientes, sean animales o personas. 


Las opiniones serán tenidas en cuenta aún siendo contrarias, no habrá feos, altos, bajos o personas de distintos colores, porque habremos adquirido la capacidad de dejar de admirar el envoltorio y todas las opciones tendrán el mismo valor.


Respetaremos tanto al ser que acierta, como al que comete errores, pues todos sabemos que el error no es más que un paso más hacia la perfección, respetaremos tanto al ser más inteligente como al que no lo sea tanto, porque es necesario que haya contrapesos a cada lado de la balanza si deseamos un mundo equilibrado.


Nadie hablará de paz, de sueldos, de justicia, ni de hambre en el mundo, porque no habrá diferencia ninguna entre un presidente de una nación y lo que con demasiada frecuencia algunos denominan pordiosero.


Aprenderemos a vivir con lo necesario y terminaremos con esa antigua moda de acaparar, aparentar, y sobre todo intentar dominar el entorno y a las demás personas en busca del arma más peligrosa del mundo, el poder.


Ya no se hablará de esas grandes empresas que intercambian recursos como el agua, la energía natural o los alimentos del planeta por muerte y destrucción.

No se hablará de muertes económicas, de desahucios, ya no morirán cerca de diez millones de niños al año en el mundo, (Si lo trasladamos a la población española, significaría que en poco más de cuatro años desapareceríamos todos los habitantes del país).


Ya no se conocerán casos de niños que pasen frío o hambre al lado mismo de nuestras casas, en los colegios, o en coches a la intemperie por falta de vivienda. No se hablará de gobernantes corruptos, de comisiones ni de jueces vendidos al sistema económico.


El planeta recuperará su antiguo esplendor y cada habitante será capaz de sentir el pulso del resto de corazones.




No es fácil a veces despertar y eso mismo me pasó a mí anoche. Era como un querer y no poder, una impotencia, una incapacidad total para despejar cuerpo y mente. Cuando por fin logré salir de ese pozo oscuro en el que me encontraba estaba completamente empapado y me era imposible recordar lo que había soñado.

17 dic 2016

DESESPERADAS


Todo comenzó en un mes de abril, el tiempo ya permitía renovar el armario de cara al verano, los días eran espléndidos y daba gusto salir a la calle. Mis amigas y yo ya estábamos negociando las vacaciones y en la reunión anual que solemos tener en la cafetería del barrio surgió la propuesta.

-¡Chicas!. Salvo Menchu y Flor, hay que reconocer que el resto estamos un poco fondonas (caras de sorpresa), ¿qué os parece si nos proponemos quitar unos kilines de aquí a julio?. Durante unos instantes ninguna dijo una palabra, y curiosamente la primera en abrir la boca fue la que menos lo necesitaba.

-¡Yo me apunto! (dijo Menchu).
  • ¡ Y yo!
  • ¡ Y yo!
  • ¡ Y yo!
  • ¡ Y yo!
Evidentemente hubo quórum porque salvo Encarnita que dijo: “Zi ze me ocurre zalir en pantalonez cortoz, mi padre me mata”; el resto nos apuntamos.

-Como el novio de Cari es monitor de tiempo libre, igual nos puede ayudar (dije).

-“Ya me encargaré yo de que acepte por la cuenta que le tiene” (respondió Cari).

Por supuesto que aceptó y para el lunes ya nos tenía listo un plan de entrenamiento exhaustivo para 9 semanas que teníamos de margen hasta las vacaciones. Fue un fin de semana plagado de novedades, sudaderas, zapatillas, calcetines, bragas, piratas, toallitas de microfibra, gafas deportivas y hasta unos guantes se compró la Puri por el “si acaso”.

Y efectivamente, en una semana ya estábamos haciendo alardes de buen gusto en el parque de San Pillallo, donde tras unos saltitos de calentamiento ya estábamos corriendo como desesperadas. No habían pasado ni cinco minutos, y ya estábamos todas espatarradas en sendos bancos. Al día siguiente estábamos todas muertas del palizón y aunque por un lado nos agobiaba pensar en el miércoles, yo creo que todas teníamos ganas de que llegase el día de nuestro segundo entrenamiento.

Y llegó; más saltitos y más correr. Esta vez nos lo tomamos con muchísima más calma y el entrenamiento resultó ser un éxito, pues todas aguantamos el doble corriendo (es decir casi 9 minutos).

Poco a poco fueron pasando los días y sin percatarnos, nos entró a todas una especie de fiebre que nos estimulaba para no faltar a ningún entrenamiento.

Los saltitos y el correr nos estaban viniendo de perlas a todas de modo que no recuerdo quién propuso participar en la carrera de la mujer a la que por cierto nos apuntamos todas muy ilusionadas.

Julián nos preparó un plan especial para llegar en plena forma a la carrera y aquello nos puso sobre la pista de lo duro que podía resultar esto de correr.

Las cosas comenzaron a torcerse un poco cuando esa misma semana Flor no pudo asistir a los entrenamientos porque tenía un dolor muy fuerte en los gemelos. Se pusieron peor cuando yo misma me levanté una mañana sin poder apoyar el pié derecho.

Julián nos dijo que eran solo agujetas y que había que entrenar más hasta que desaparecieran, de modo que los siguientes días fueron de mucho sufrimiento para todas, porque a la que no le dolía aquí le dolía allí y la que no se quejaba de esto, se quejaba de aquello.

Por fin llegó la carrera y la decepción fue brutal, una abandonó en los comienzos, otra después, yo no podía con los dolores y me retiré llorando a moco tendido, a Flor se la llevaron en camilla, y la única que terminó fue la Menchu que los tiene de caballo, pero la desesperación pasó factura al ver que mientras las demás se lo pasaban pipa, nosotras sufríamos como perras.

Aquello marcó un antes y un después en nuestras vidas. Se terminaron los entrenamientos y las carreras, ya no más reunión anual; Flor y Cari casi se pegan, la Cari rompió con Julián; la amargura tomó las riendas del grupo y cada una nos fuimos por nuestro lado.

Y ya ves... 

Yo sin embargo estoy desesperada por volver a empezar.


12 dic 2016

REGALADO


Es evidente que hoy no es mi día.

Por la mañana cuando iba a la oficina de empleo me encontré en el ascensor con el vecino del primero, me preguntó por la famila y si había tenido suerte con la búsqueda de empleo. Le dije que la familia bien, pero lo otro seguía igual o peor y va el tío y me salta con que en su empresa necesitan un mozo de almacén.

Lo primero que me vino a la mente fue “te lo puedes meter por el culo chaval”, pero intenté ser amable y le prometí pasar por allí en cuanto pudiera que tenía el día un poco ocupado. Me miró con cierta extrañeza y me dijo que fuera cuando pudiera, pero que no lo retrasase mucho porque en tres días como máximo tendría que decidir y ya no habría vuelta atrás. Me puso de un gerol que mejor me callo.

Antes de pasar por el inem, recordé que tenía un billete de lotería pendiente de comprobar y mira tu por donde van y me tocan mil doscientos cincuenta euros. No le tiré el dinero a la cara a la lotera, porque soy un señor, pero que no me digan a mí que no hay que joderse, con la de premios que hay y me toca una mierda.

Al llegar a la esquina del inem, cola como viene sucediendo últimamente; no había visto tantos vagos en mi vida y yo con mi smartphone iphone 6s plus casi sin batería. Definitivamente hay días que es mejor quedarse en casa.

No habían pasado ni quince minutos cuando literalmente me asaltó la tía Pompeya. Que se había enterado de lo de la lotería, y que si no podría prestarle algo, que con cien euros tendrían suficiente para comer por lo menos tres semanas y no me supondría mucho desembolso.

-Tía le dije, que son mil euros y con eso no tengo ni para pagar el butano, (en realidad ahora gastamos electricidad, no van a ser todo miserias).

No se si me creyó o no, pero me recordó que mientras el tío había tenido trabajo, a mí y mi familia no nos había faltado nada durante siete años, y es cierto, pero para mí eso era agua pasada y tenía claro que no iba a dejarle una perra.



Desde luego aquí la gente tiene un morro que se lo pisa.  

23 nov 2016

EL CURRELO


Son las once de la mañana y aquí estoy en el pueblo con la pata colgando de la polea que usaba mi abuelo para subir los sacos de grano al pajar.

Coño, pero que te pasó Davide (dirán algunos)
Se debía pensar que esas cosas solo les pasaban a los demás. (dirán otros).
Qué putada chaval (dirán los más condescendientes)
Qué suerte tú, el brasas lesionado (pensarán otros para sí)
Que piensen lo que quieran (diré yo).

Hombre, así a bote pronto, lo lógico sería que me hubiera “lesionado” en alguna de las carreras que hago a menudo, bajando una de esas cuestas peliagudas que nos meten los organizadores, en uno de esos barrizales donde no hay dios que se tenga en pie, o en uno de esos “riachuelos” que acostumbran a acompañar a muchas carreras, donde parece que le han dado jabón hasta a la última de las piedras.

Tampoco fue una sobrecarga por machacarme sin parar y sin control como hacen otros, ni por favorecer descontroladamente unos músculos en detrimento de otros como hacen algunos que abusan del gimnasio.

¿Entonces? (Os preguntaréis).

Pues en el currelo; una tontería, una bobada, una casualidad de esas que se nos presentan en la vida de repente.

Suelo llegar al tajo con el relente; bueno, más que relente lo del otro día era pura helada. Trabajo con varios compañeros en el sótano de modo que todos los días me toca lidiar con 16 escalones, que no es que sean muchos, pero suficientes. El caso es que nada más entrar por la puerta solté un juramento, que hasta el jefe salió de su despacho (ese madruga más que yo). 

-Me caguen “tal” dije yo.  ¿Es que ya no tenemos ni para calefacción en esta “p”. casa?. 

Me estaban llevando los diablos, así que bajé a toda prisa a cerrar las ventanas (como hago siempre), y cuando llegué a los peldaños que están frente a la ventana, me pegué tal sopapo sobre el hielo que se había formado, que aún no se como estoy vivo.

-¡Ay! ¡ay! El señor Davide que se nos ha matao. (Escuché gritar a la señora de la limpieza que se estaba a punto de marcharse para casa). 

-Trece vueltas de campaña ha dado el pobre hombre (dijo después).

Pues ahora ya lo saben, por lo visto, en una de las vueltas, pegué con la pierna en el techo y ese fue el asunto que me tiene ahora con la pata al bies.

Ya verás como ahora viene algún listillo diciendo que no se lo cree. Pues que sepa que no me cuenta nada nuevo. 

Yo tampoco me lo creo.

20 nov 2016

MONEDA CORRIENTE


Era noche cerrada, una madrugada más de vuelta al hogar con la camaradería de esa neblina persistente capaz de convertir realidad en fantasía.

Me sentía extraordinariamente cansado tras tantas horas de trabajo en la fundición y por momentos perdía la consciencia del lugar de donde venía, del sitio al que iba y de mí mismo.

Quedarían menos de trescientos metros para llegar a la casa cuando una presencia se interpuso en mi camino. Era una mujer imponente, con ropajes de la época victoriana. La dama, arrastraba sobre todo por detrás una falda muy larga, de forma acampanda, repleta de detalles floridos y cintas llamativas pero sin alardes de color de la que asomaba la punta de unas botas negras de una piel excelente.

El escote era inmenso, y lo que más me llamó la atención además de su cintura de avispa, fue que a pesar del aire gélido que casi cortaba la piel, la dama llevaba unos guantes de los que asomaban unos dedos preciosos y mangas cortas a la altura de los codos.

Yo estaba petrificado, y notaba como la escarcha se iba adueñando poco a poco de mi poderoso bigote y como un pequeño temblor tal vez a causa del frío iba conquistando todo mi cuerpo de la punta de los pies a la coronilla.

Estuvimos lo que me pareció una inmensidad uno frente al otro sin dirigirnos la palabra, ella me miraba con dulzura al tiempo que yo me perdía cada vez más en la multitud de sensaciones que emanaban de sus ojos.

De pronto comencé a vislumbrar como sus labios se entreabrían lentamente y pude oír su voz...

.- “Don Francisco, ¿no tendrá usted una pasta?

Por inconcebible que me pareciera sabía mi nombre, pero lo que me extrañó fue que una dama del siglo XIX, me pidiera pasta con un lenguaje del siglo XXI.

Eché mano a la cartera, pues aunque no suelo llevar mucho cuando trabajo de noche, unos euros por si acaso siempre llevo, pero poniendo delicadamente sus manos sobre las mías y me impidió abrir la cartera.

A pesar de tener el aspecto de una mujer joven, me miró como una madre mira a un hijo tonto y volvió a hablar:


.- “Coño Paco, que no te enteras, hijo, que si tienes alguna pasta de esas que haces de cuando en cuando, que vengo de un baile de disfraces y traigo un hambre que no me tengo”.

14 nov 2016

La moda


Serían aproximadamente las dos de la madrugada, cuando decidí explorar las cuatro esquinas de mi barrio a la luz de la luna. Habrían pasado como quince minutos, cuando una cuartilla blanca pegada en la pared me llamó poderosamente la atención por su excelente caligrafía:

Soy un pobre náufrago del torrente de tu mirada
un esclavo de los deseos de mi cuerpo
detective impenitente de tus movimientos
portero de tus deseos y tu desmemoria
guardaespaldas de tus suspiros.

Una sola vez te miré y caí rendido
en la más honda depresión, al saber
que tú ni siquiera me habías visto
y solamente tenías ojos para él.

Cómo está la peña, me dije y seguí correteando mientras me preguntaba ¿Habrá más locos que se calcen las zapatillas para salir a correr con la helada que está cayendo?.

Era una sensación un tanto extraña, pues la gente no suele salir a estas horas y eso me hacía crecerme respecto a los demás, y por otro lado, hoy día todo el mundo corre, hasta el punto de que ya hay quien a este movimiento le llama "la fiebre de la alpargata;, tal vez emulando a aquella fiebre del oro que tanto cambió las vidas de aquellos famosos buscadores y sus familias.

Hacía ya más de un año que salía a escondidas de mis amigos y del grupo de entrenamiento y esa noche fue la del encuentro. No tengo ni la más remota idea de cómo surgió el amor, pero me prendé sin remedio de su piel, de la sinceridad que emanaba de su carácter, de su saber estar, de su fortaleza, pero sobre todo me caló un presentimiento, la sensación de que ese par me miraba fijamente como diciéndome “te amamos, te deseamos, ven y disfruta con nosotras”.

Una fuerza invisible y decisiva me poseyó al instante y sin saber cómo, de una patada rompí el cristal y me las llevé.

No podía ser de otro modo, pues era el último modelo de las famosas “Anipajó”, que se veían a todas horas en los anuncios de la televisión. 

Minutos más tarde me remordió la conciencia y volví a la tienda a dejar las zapatillas viejas; no lucían lo mismo, pero el escaparate ahora ya no parecía tan desangelado.

28 oct 2016

LA CARGA



Genaro está un poco nervioso, intenta mantener permanentemente un rictus que infunda alegría, tranquilidad, incluso pasotismo de cara al público, pero en su fuero interno e incluso en el externo si lo hubiera; sabe muy bien Genaro que esa preocupación tiene su origen en un acontecimiento que tendrá lugar mañana mismo.

Genaro no está solo, incluso a los ojos de cualquier espectador casual, se diría que está muy bien acompañado. Son chicos y chicas jóvenes, de aspecto sano e incluso con pinta de atletas consumados, y lo curioso es que una observación medianamente rigurosa delataría en alguno de ellos esa misma mueca, el mismo gesto que Genaro quiere infundir.

Uno diría que forman parte de una secta, porque tanto chicos como chicas visten idéntico uniforme y sin embargo parecen gente totalmente normal.  

Da la impresión de que algunos están excesivamente delgados, y aunque todos se esfuerzan por confraternizar alguno de ellos, no puede evitar cierta palpable tensión en la frente, en los hombros o en la mandíbula.  

Algo en el aire delata cierta complicidad y al mismo tiempo cierto recelo y sin embargo alguno destaca sobre los demás por su calma, por su tranquilidad y de no vestir la misma ropa uno se imaginaría que se trata de un turista cualquiera que ha recalado por casualidad en este hotel.

Hablan cuando comen, hablan cuando se sientan en el sofá del hotel, hablan cuando salen de paseo, de cuando en cuando aparecen las risas, y sin embargo se presienten los silencios, las actitudes pensativas, y cierto aire de estar y no estar que podríamos identificar con algún tipo de droga blanda.

Multitud de gestos les delatan, se rascan a menudo, se tocan la tripa, intentan soltar hombros cuando se dan cuenta de que están tensos, y con alguno hasta podríamos hablar de hiperactividad.

De todos modos con esos rojos y amarillos, destacarían en cualquier parte sobre los demás. Al parecer hablan de montañas, de llanos, de subidas encrespadas, de bajadas técnicas, de largas distancias, de tácticas y negociaciones con los kilómetros, de paciencia y de darlo todo.

No hablan de resultados, porque en el fondo, todos tienen un mismo temor, que todo el trabajo de estos meses previos puede irse al traste por cualquier circunstancia inesperada.

A mí me gustaría decirles que salgan a empaparse de naturaleza, de solidaridad, de humildad ante el espectáculo tan grandioso que verán sus ojos mañana. Que el resultado carece de importancia, que llegar el uno, el siete, el trece o el cincuenta y siete no variará sustancialmente sus vidas más allá de unas horas o unos días. Y que intentar cabalgar a lomos del éxito, nunca ha funcionado, porque siempre el caballo termina tirando al jinete al suelo.

14 oct 2016

DECEPCIÓN



Por una calle cualquiera de tu ciudad, por el camino menos transitado del pueblo o disfrutando de una tarde de sol en tu playa favorita, o te pones gafas de indiferencia o inevitablemente verás una o incluso varias personas disfrutando de su deporte favorito que no es otro que correr.

La primera vez te sorprende un poco, pero con el tiempo la repetición de esta escena se convierte en algo tan habitual como la salida del sol cada mañana.

Cuando ya no te extrañas de encontrar gente que corre en el lugar más inesperado, te da por pensar si no te vendría bien a ti también esto de correr, al fin y al cabo muchas de las personas que ves, tienen pinta de cualquier cosa menos de deportistas avezados.

De modo que una mañana te levantas con el pie cambiado y decides salir a ver que pasa. Cuesta trabajo recuperar tus viejas zapatillas, pero el resto lo dejas a la imaginación, de modo que rescatas de la cesta de la ropa repudiada aquél pijama roto por la rodilla, le pegas un tijeretazo por el agujero, tratas de igualar la otra pierna y tras varios tijeretazos lo dejas porque de tantos cortes como le has pegado intentando equilibrar lo que parecían unas bermudas se han quedado en poco menos que un taparrabos.

No te dejas amedrentar por la situación y metes mano a uno de los elásticos de tu ex-mujer que aún cuelgan de su armario y repites operación pero esta vez con más cuidado. Finalmente consigues unos dignos pantalones deportivos que puede que marquen demasiado paquete pero no te arredras.

Una vez solucionados los 2/3 de la indumentaria, te metes dentro de una camiseta desgastada de esas que ya no usas, y te dispones a salir. Has perdido ya la cuenta de las veces que te has mirado en el espejo, pero decides verte una vez más antes de salir y una sonrisa de satisfacción te delata.

Ya tienes el pomo en la mano y te surge una duda, ¿Qué hago con las llaves de casa?. Un profesor de filosofía debería saber resolver un asunto tan banal como este, y efectivamente sueltas un cordón de la zapatilla del ojal, metes las llaves dentro, vuelves a meter el cordón por su sitio y tras un nudo doble respiras satisfecho.

Cierras la puerta de tu casa dispuesto a disfrutar de la aventura y te das cuenta de que no has cerrado con llave, sueltas un “ostras” que te sale del alma, intentas cerrar llevando el pié hasta la cerradura pero no eres capaz de girar la llave ni un cuarto de vuelta, vuelves a intentarlo varias veces sin resultado de modo que no te queda más remedio que sentarte en las escaleras, desatarte de nuevo el cordón, sacar la llave, cerrar la puerta y volverte a colocar las llaves en su sitio.

Ya te comienza a fastidiar todo esto, pero la decisión está tomada. Llamas al ascensor que por supuesto no te contesta, pero llega, sales a la calle te dedicas una última mirada y comienzas a trotar no sin sentir cierta satisfacción que se refleja en tu cara. Desgraciadamente el semáforo está rojo y tienes que inmovilizar tu ímpetu durante 68 segundos.

¡Por fin!. Has tenido que cruzar varios semáforos en rojo con lo que a lo tonto a lo tonto ya han nueve minutos desde que saliste y no has recorrido ni doscientos metros pero te sientes imbuido de un espíritu salvaje y para cuando llegas al río te ofreces feliz a los ojos de los transeúntes que deambulan por la orilla del río.

Las primeras veces miras de cuando en cuando a la zapatilla que porta las llaves, pero pronto te percatas de que no es necesario porque un ruido característico te señala que aún siguen ahí. No llevas ni cinco minutos zapateando y lo que comenzó siendo música celestial comienza a ser un estruendo, pues a cada paso el “clic” “clic” del juego de llaves te desestabiliza, de modo que decides soltarlas de su ubicación original y llevarlas en la mano.

Te dices que has tomado una sabia decisión cuando comienzas a sentir cierta molestia en la parte superior de algunos dedos del pié izquierdo, pero no le das importancia y continúas. Justo en el momento en que se te cruza por la cabeza un pensamiento (“Pues no era tan complicado esto de correr”), percibes que esa molestia se ha convertido en un dolor horrible que te obliga a parar inmediatamente. Te quitas la zapatilla y al ver alguno de los dedos ensangrentados comprendes que es una rozadura lo que te está matando.

Vuelves a calzarte pero la molestia es tan grande que decides volver descalzo. Afortunadamente no te has alejado mucho de casa, pero tienes el tiempo suficiente como para repasar todo el santoral de cabo a rabo.


En tu rostro se refleja un sentimiento de contrariedad al no haber podido cumplir tus expectativas y finalmente, te preguntas: “¿Merecerá la pena esto de correr?”.

30 sept 2016

Y... ¿TU QUÉ HARÍAS?




Hacer un resumen breve desde el comienzo del año pasado... pues me va a costar pero lo voy a intentar.....

Ya sabes que desde el accidente, he tenido grandes problemas para cumplir con los entrenamientos, de modo que a pesar de todo, no me he rendido y he hecho todo lo que he podido (que no es lo que me hubiera gustado), porque aunque no pueda competir a un gran nivel, el hecho de salir aunque sean 30 minutos supone para mí una enorme vía de escape.

Pues bien, esta temporada no han mejorado las cosas.

Te cuento:

Capítulo 1
Creo que fue febrero del año pasado, ingreso de mi madre por fiebres altas con infección fuerte de orina, mareos, temblores, sin poder andar, estuvo un mes así o más.

Capítulo 2
Marzo del año pasado, mi padre tiene muchas molestias de cadera y comienza la historia con una radiografía que pide el médico de cabecera. en ese informe se recomienda una gamma la cual indica que hay algo extraño en la cadera izquierda. pero se deriva a traumatología y le ponen en lista de espera de protesis de cadera, sin realizar prueba aconsejada en ese informe.

Capítulo 3
Abril - mayo del año pasado, se van a Pamplona para contrastar opinión y se hacen más pruebas entre ellas la gama y resultado que el cáncer de prostata ha hecho metástasis en la cadera. en vez de comenzar tratamiento quimio se recomienda otra quimio en pastillas que cuestan 3000 euros cada tres semanas. Iniciamos tratamiento el día que voy a “....” a competir o hacer que hago competir porque sólo ver los efectos que producen buff...

Capítulo 4
Junio del 2015, como el tratamiento es muy caro comienza una batalla con uñas y dientes con la seguridad social, y en oncología de “…..........” que por cierto, menudo cuchitril tienen.

Después, de pelearme con urologos, medico de cabecera, atención al paciente, y oncologos. conseguimos que le pongan el tratamiento pero que además, le ponen otro medicamento por vena cada 28 días para reforzar los huesos o algo así denominado zometa o bifosfonatos.

Capítulo 5
Noviembre 2015, fiebre alta, infección de orina, temblores, etc. ingreso de 5 días de mi madre. Colonoscopias, gastroscopias, tac, electro, .... posible enfermedad de crohn.

Capítulo 6
Enero 2016, comienzo de fiebre de mi madre con 39,5 de fiebre, temblores, infección de orina, urticaria por todo el cuerpo, del 8 de enero hasta el 18 de enero visitando urgencias desde las 8 de la tarde hasta las 4 de la mañana porque no me la ingresaban, solo le bajaban la fiebre y sin más. Hasta que por fin 18 de enero la ingresan 5 días para continuar con estudio. y creen que una pastilla que la dio la especialista del digestivo para el crohn es la que esta provocando estas reacciones. la verdad que desde que no toma ya el medicamento está mejor.

Capítulo 7
Febrero 1 , yo con fiebre ganglios inflamados y un herpes labial, comienzo así un lunes, un martes cansada, un miércoles con dolor de espalda, jueves medico de cabecera porque no me tenia de pie y el viernes me ingresan. No tengo anemia, punción lumbar y resonancia del cerebro....y sería lo que te he contado antes.

Capítulo 8
Todos los meses voy a oncología con mi padre y mi madre para acompañarles porque el tratamiento de mi padre al principio hacia que la cabeza no funcionaba bien pero igual eran el shock de saber que está enfermo. sólo el hecho de ir allí me llevo mal rato pero creo que es necesario estar ahí animándoles.

Capítulo 9
Con todo lo que me está pasando no me permite seguir una rutina para poder salir a hacer algo de actividad física ni para ir al gimnasio.

Los fisios tampoco me van bien porque no mejoro nada y tengo dolores muy fuertes. por lo que esa opción la he aparcado.

Voy a un homeópata y me hace algo de Reiki pero tampoco he notado mejoría.

En el trabajo tienen un profesor de meditación y algunas están haciendo filtros pero tampoco he mejorado

También hago relajación pero tampoco he mejorado o lo estoy haciendo mal.

En cuanto a la alimentación como bien he engordado algo y duermo bien o creo que duermo bien.

Me he independizado hace medio año vivo con “....” que cuida de mí en un piso cerca de casa de mis padres y del trabajo. En el trabajo todo bien, lo único que me han dado un puesto de responsabilidad, aunque me ayuda mucho mi compañera.

Es probable que me quede algo de contarte ... pero creo que lo más gordo ha sido todo esto. También creo que es un desequilibrio viendo que las pruebas dan bien. Pero sólo se que no estoy bien y que no mejoro nada o casi nada.


Por eso necesito tu ayuda porque veo que no mejoro y sé que tu energía y tus conocimientos harán que mejore.

8 sept 2016

ENEMIGOS DEL DESALIENTO



Hay de todo en la viña, pero entre todas las cepas, siempre hay alguna con una longevidad excepcional, capacitada para soportar la lluvia, el sol, el fuego o las peores condiciones imaginables. 

Hay animales que se pasan gran parte de su existencia luchando contra las adversidades sin rendirse jamás; como el pájaro al que destruyen el nido, o el castor al que se le lleva su casa un exceso de corriente.

Entre los humanos, también hay ejemplos de personas que son como la cepa, como el pájaro o el castor. Tienen unos objetivos bien definidos, tienen fe en sí mismos, disciplina y sobre todo una gran dosis de valor.

Aguantar un día las dificultades no es nada extraordinario, si son semanas la cosa cambia, pero meses o años luchando para alcanzar una meta, nos indican que tras ese gran esfuerzo tenemos a alguien extraordinario, alguien que no mira atrás ni a los lados, que no vacila y que vence el temor con tozudez. 

Cada nuevo fracaso es un nuevo chute de energía para continuar sin salirse del camino, una enseñanza; una experiencia que aumenta la capacidad para enfrentarse a las adversidades; una circunstancia que solo unos pocos saben convertir en ayuda.

Son los que perseveran, los que no suelen dar zancadas exageradas, sino apoyos cortos; los que tras los primeros doscientos kilómetros recorridos y aún teniendo el cuerpo para pocos bailes, son perfectamente conscientes de que ya han superado más del 60% de la prueba y se preparan para dar los más de doscientos cincuenta mil pasos que les quedan hasta llegar a meta. 

A menudo son nuestros vecinos, a veces se nos antojan seres insignificantes, gente un pelín rara y sin embargo deberíamos envidiarlos, porque cada uno de ellos en su faceta particular, es capaz de dar continuidad a sus proyectos, a pesar de que alguno no haya acumulado a lo largo de su vida más que fracasos.

O al menos eso es lo que se creen algunos.

29 ago 2016

C L O T I L D E



Lo percibo, lo siento, lo vivo, lo disfruto, lo cuento. Cada día que pasa me encuentro mejor. Qué digo mejor, mucho mejor. Soy una persona nueva, ya no es solo que no me conozcan mis antiguos vecinos, es que me cuesta reconocerme a mí mismo cada mañana delante del espejo.

Todo comenzó hace ya un año. Me mudé de barrio, al principio no me gustaba mucho, gente por todas partes, pocas zonas verdes y demasiados vecinos, que como viene siendo habitual en esta era de la comunicación, no saludan, y si te los topas de frente, casi ni te miran. Ya estaba de nuevo volviendo a saborear lo peor de la “depre” hasta que un “hola” de buena mañana me cambió la vida.

Clotilde es el nombre de mi vecina, tiene un nombre horroroso, pero un cuerpo divino, una voz que encandila, que relaja, que te pone a soñar desde la primera palabra que sale de su persuasiva boca; es en definitiva, la mujer con la que todos soñamos, inalcanzable para el común de los mortales, y sin embargo ahora es mi vecina.

Tengo la imperiosa necesidad de contarlo a los cuatro vientos; solo he necesitado siete días para darme cuenta de lo equivocado que estaba. Clotilde, Clotilde, Clotilde, no entiendo como en algún momento me pudo parecer un nombre feo, Clotilde, Clotilde, Clotilde,no me canso de repetirlo, y en cada ocasión, surgen una y otra vez las mismas emociones, la misma sensación de estar en paz con el mundo, la euforia y la dicha en sus más altas estancias.

Clotilde tiene treinta y tres años menos que yo, pero a mí no me importa. Ahora salgo de buena mañana a ver mundo, en casa hago mis ejercicios y luego salgo a correr como alma que lleva el diablo; bueno, en realidad solo un par de minutos, luego cuando veo que no puedo aguantar el ritmo me paro, ando un poco y luego corro de nuevo, pero más despacio.

Un día me enteré de que mi Clotilde salía a correr a la luz de la luna y me alegré tanto, que para cuando quise estar listo ya se había ido. Al día siguiente pude seguirla hasta la segunda revuelta y la perdí de vista, de modo que al tercero cogí el coche hasta que se metió en un parque. Estuve observando ensimismado como daba vueltas al rededor y me prometí que no tardando mucho estaríamos juntos disfrutando a la tenue luz de las farolas.

Al cabo de unos meses, cuando consideré que ya estaba listo para la acción, me dejé caer por el parque como que no quiere la cosa y me puse a dar vueltas, las dos primeras me pasó sin darse cuenta de que era yo, de modo que como no podía desaprovechar la ocasión, a la tercra la saludé. Casi se me cae la baba con la pareja de besos que me dio, luego me dijo “voy a seguir que me enfrío” y por más que intenté mantener su ritmo me fue imposible.

Han pasado ya otros tres meses y creo que ya estoy listo, de modo que me vuelvo al parque para celebrarlo, pero Clotilde no está. Vuelvo todos los días pero sin resultado. Tengo el corazón en un puño, me temo lo peor, hasta que una mañana nos encontramos en el ascensor y me cuenta que ha estado de vacaciones con unas amigas en la montaña. Mis esperanzas de nuevo son grandes, estoy agradecido al mundo y el simple hecho de respirar me llena como el más sabroso de los alimentos.

Una semana después veo como un joven sale de la casa de Clotilde, me saluda muy amable y me imagino que debe ser su hermano, porque además del buen trato tienen cierto parecido. Ese mismo día me encuentro con ella de nuevo y le digo lo de su hermano, pero me contesta que no es su hermano, que es su novio que se ha venido a vivir con ella.


Definitivamente... Clotilde es un nombre de mierda.  

19 ago 2016

MUJERES-HOMBRES Y VICEVERSA.


  • A que no te has enterado.
  • ¿De qué?
  • Ya tenemos la primera medalla de oro.
  • No jodas... ¿Nadal?
  • No, que va.
  • Gasol.
  • Tampoco es Gasol.
  • Pues no caigo. ¿Es de los veteranos o de los jóvenes?
  • Nada, que no aciertas, es una tía.
  • ¡Ostrás!.
  • La Mirella. La de natación.
  • ¡Ah!, ya se la rubia. Está un cacho buena la tía.
  • Me parece que ya ganó algo otra vez.
  • ¿Y Nadal qué?
  • Aún no ha competido.
  • Cómo pelea el tío, da gusto verle. Este si que huele a medalla, le echa unos huevazos que no veas.
  • Pues los del baloncesto han perdido.
  • ¡No me jodas!. Los árbitros seguro, pero bueno luego ganan, no hay problema.
  • ¿Cómo dijiste que se llamaba la rubia?
  • Mirella.
  • ¡Ah!. Menudos ojazos que se gasta la chavala.
  • Ya te digo.

14 ago 2016

EN MARCHA. OTRO AÑO OLÍMPICO.



En algunos de mis artículos, se nota la poca influencia que ejercen las medallas en mí como entrenador, lo que puede parecer una contradicción. Pero que un atleta no las busque, no quiere decir que no las consiga o que renuncie a ellas cuando caen en su poder.

Lo de olímpico se aplica a los juegos que los antiguos griegos celebraban cada cuatro años; también al período que hay entre un juego y otro. El olimpo es la morada de los dioses. Pero el concepto que a mí más me interesa es el que nos da el diccionario sobre Estar en el Olimpo, que traducido al castellano viene a ser: “ensimismarse o apartarse de la realidad”.

Toda la parafernalia que se da cada vez que tenemos año olímpico, va en el sentido de esta última definición y hace ya mucho tiempo que estoy convencido de que los juegos se apartan efectivamente de la realidad deportiva para convertirse los juegos de la economía, la política y a veces del disparate.

Una vez más el meollo del asunto es cuántas medallas conseguirá España, y al parecer al menos en esta ocasión no parece que vayamos a alcanzar las más de 20 medallas que auguraban algunos, lo que implica que a continuación hablaremos de decepción, de fracaso, de mala preparación de algunos deportistas e incluso falta de ambición en algunos.

En lo que me toca más de cerca, que son los 20kms marcha, las cosas no han salido como todos esperábamos y lo que resulta bastante curioso es que de los tres representantes españoles, no hubiera uno solo al que le salieran las cosas como tenía previsto. Pero... ¿fracaso? ¿decepción?, ¿mala preparación o falta de ambición?, ¿en qué piensan los periodistas o los locutores cuando utilizan estas palabras?. Si ha habido algún fracaso habrá sido en la falta de rigor de ciertos periodistas ansiosos por vender los juegos utilizando las medallas como moneda de cambio; algo que, todo hay que decirlo no han hecho los buenos periodistas, que han citado historiales, posibilidades y sobre todo realidades.

Por citar al mejor de los tres españoles participantes en Río, Miguel Ángel López, ¿acaso alguien piensa que no hizo todo lo que pudo? ¿Es que al no resultar ganador de la prueba como se había vendido por todas partes, no merece ya nuestros aplausos?.

Al parecer nos resulta muy sencillo olvidarnos del esfuerzo, cuando ese es el principal aval de cualquier deportista que se precie. Casualmente esta vez he sido testigo directo del esfuerzo de Miguel Ángel; he visto como sudaba en las series o en los rodajes; he visto como hacía su trabajo sin racanear, sin doblegarse al cansancio ni a las adversidades, y es ahí donde para mí está la verdadera medalla.

La otra a veces por las precarias circunstancias que viven los deportistas españoles, se hace necesaria si se quiere continuar en esto, y ese es el verdadero problema del deporte en nuestro país, que solo de entrenar viven un número muy escaso de deportistas, por supuesto siempre que no tengan lagunas en su vida deportiva que les corten las ayudas cosa muy rara en deportistas de élite.

Miguel Ángel es además de aún muy joven, uno de nuestros atletas con mejor trayectoria, uno de los deportistas más fiables, campeón de España, campeón del mundo y no se cuantas cosas más que muchos parecen haber olvidado este 12 de agosto.

Evidentemente, no fue su mejor día como no lo fue para Álvaro o Francisco y seguro que nadie se lo ha echado más en cara que ellos mismos. A mí me gustaría mucho que no fuera así y supieran valorar la trayectoria a lo largo de su vida o simplemente de la temporada y restasen importancia a unas olimpiadas que como dije más arriba nos apartan de la verdadera realidad.

6 jul 2016

DOROTEO UNA HISTORIA COSTUMBRISTA



Se llama Doroteo, pero le llaman Doro como a su abuelo; aunque no es tan malencarado como su ancestro.

Pertenece Doro a una familia que aunque parece una más del pueblo, en realidad tienen una gran fortuna amasada tras varias generaciones. Recuerda la última vez que calló la del pulpo y perdieron trescientas mil pesetas por culpa de una maldita gotera.

Como quiera que la regulación fiscal no le inspiró confianza por aquello de que uno nunca debe fiarse de ningún gobierno, y menos cuando hay billetes por medio, y asustado ante las nuevas elecciones que podrían llevar a los radicales al poder, decide meterlo todo (bueno, todo no, solo un pellizquín), en un banco en Andorra que por lo que le han contado además de estar más seguro que en la viga, da más beneficios.

Lleva días echando cuentas y al final cree que tendrá que hacer más de un viaje porque aunque ha procurado estos últimos años ir guardando billetes de los grandes, aún ocupan mucho; de modo que el lunes temprano después de ordeñar se coge la tartana con la idea de volver el martes a la anochecida.

Esto de no salir del pueblín da cosa. Menos mal que el Tancredo tiene una nieta que sirvió en Barcelona y más o menos le apunta en una hoja el itinerario, para que no tenga percances.

El dinero lo lleva en una bolsa de basura de las grandes que le prepara la Dolores que para estas cosas es muy apañada. El Jacintín quería meterlo en el maletero, pero él prefiero tenerlo a la vista en los asientos de atrás.

A poco de partir comienza a pensar si la paisana no se habrá pasado porque no hay quien pare en el coche. Lleva ya un rato con ganas de orinar, pero no se atreve a parar por ahí, no le vaya a salir un delincuente y le amuele el viaje. Cuando estaba solucionando el problema gracias a una botella de agua vacía, se topa a unos cientos de metros con los de tráfico, se le pone un nudo en la garganta y le entra tal acojone que se le esparrama todo el pis por todas partes sin tiempo para ocultar el arma del delito.

No es lista ni nada mi Dolores (piensa Doro), como a treinta metros de los civiles, se ve que el tufo era tan grande que le mandan continuar a grandes aspavientos con lo que se libra de una buena.

Para a repostar y un tío con muy mala leche le dice que ya puede echarse el solo la gasofa que lo que es él no se acerca y que ya puede ir rápido que le espanta los clientes. Doro lo comprende y dócilmente se las apaña por primera vez en su vida para lo del carburante, deja los cincuenta euros bajo una lata de aceite y se va pitando.

Para cuando ve un cartel de Andorra a poco más de cien kilómetros está que ya no puede con el cuerpo. Busca un lugar donde descansar pero parece que por esta parte del país después de las siete y media, no sale de casa ni dios, con lo que opta por ahorrarse los cuartos y dormir en la cirila, y aunque el problema de los olores le amola un montón, tampoco es cuestión de dormir por ahí con las ventanillas bajadas, de modo que deja un par de rendijas y listos.

A pesar de que el tufo le está matando y hasta le dan arcadas de cuando en cuando, duerme como un bebé .

De madrugada se dirije al banco con el dinero, pero otra vez ese galimatías ininteligible, y hasta que no le hace gestos al guarda de que hay dinero en la bolsa de basura, el de la porra no avisa. Luego le mandan ir a un portalón grande que parece una cochera a la que se acerca inmediatamente un señor de corbata que para su descanso se explica en correcto español (Bueno acercarse acercarse no mucho porque el hombre se quedó a más de dos metros y medio con un pañuelo todo el tiempo en la boca, que supone Doro que sería para que no le leyeran los labios).

Al final no llegan a ningún acuerdo, porque le dicen que necesita otros 22 kilos más para poder abrir la cuenta especial.

Desesperado está a punto de volverse para casa cuando se le ocurre que lo mismo que tiene enterrado dinero en el pueblo, puede enterrarlo aquí sin que nadie se entere, así cuando traiga el resto, correrá menos riesgos. Dedica la mañana a buscar zonas altas donde no vaya gente y la cosa sea segura y pocos kilómetros más adelante cree encontrar lo que buscaba.

Cuando cree que la cosa marcha, ve dos tíos corriendo y se pregunta que hacen tan lejos de África. Uno le va diciendo al otro algo así como gooo mooofarrr, la verdad es que corren que se las pelan, no ha dado ni diez pasos y ve con estupor que vienen más chicos y chicas detrás; todos hablan lenguas extrañas y no puede evitar preguntarse: ¿qué pasa aquí?.

Toma la dirección contraria y se dirige a un pico que hay a su derecha. Tras más de dos horas de caminar, satisfecho, no ve a nadie; puede que porque el terreno está infestado de marmotas. ¡Qué bichos más raros! se dice. Por fin encuentra el que cree es el lugar indicado y procede...

El pestazo se vuelve insoportable al abrir la bolsa, pero hay que terminar con esto sea como sea. Va sacando basura y más basura y de billetes nada de nada, insiste, mira para atrás, para un lado, para arriba, se rasca la cabeza, hace memoria, busca y rebusca pero ni un miserable billete de diez. ¿Qué ocurre?.

El temor a que le hayan dado el cambiazo le hace caer de culo en el suelo. ¡Imposible!. Varias generaciones pasan de repente por su mente y se le pone cara rara. Se lava como puede en un arroyo y se dirige al lugar donde dejó el dos caballos, al llegar busca de nuevo pero nada. Tras grandes complicaciones porque aquí estos atontaos no le entienden, consigue tener a la Dolores al teléfono.

En su cabeza martillea constantemente una frase: “La que me va a caer”.

-¿Lola?

-¿Doro eres tú?

-Oye Lola, que la hemos liao, que se nos han podrido los millones.

-Anda atontao, vuelve pa casa que ya te daré yo a tí millones. Por un pelo no se han ido todos con el camión de la basura, atontao más que atontao, burro animal, zopenco, que te llevaste la basura de varios días y dejaste el dinero en la otra bolsa. Vuelve a casa y deja de hacer el mastuerzo...

-Bueno adiós, que vuelvo ya.


Doro es un hombre feliz, piensa que nunca una bronca le ha procurado tanta dicha. Se acuerda de toda esa gente que tiene los dineros en bancos tramposos y no siente envidia alguna. Ya pueden venir los radicales al gobierno que al final ya su abuelo lo decía: “como en casa en ningún sitio”, así que en cuanto llegue de nuevo al pueblo, ya sabe lo que hacer. El dinero otra vez a la viga, como ha sido siempre.

16 jun 2016

ENTRENADOR




Existen dentro del panorama laboral diferentes alternativas y distintos criterios a la hora de elegir la actividad que va a marcar aproximadamente el cuarenta por ciento de nuestras vidas.

Pero conjugar entretenimiento y obligación no resulta tan sencillo como debiera. En ocasiones elegimos temprano cual va a ser el papel que queremos jugar en el futuro, pero otras veces las circunstancias nos empujan a tomar decisiones contradictorias y terminamos haciendo algo con lo que jamás habíamos contado.

Son demasiados los jóvenes que han tomado la decisión más importante de su vida, no pensando en hacer lo que querrían, sino aconsejados de manera “bien intencionada” y al final demasiado a menudo, les quedará ese sabor amargo por no haberse decantado por aquello que les hacía más ilusión.

Con asiduidad, los padres damos prioridad a aquellas profesiones bien remuneradas, incluso optamos por las más aplaudidas por el gran público y rara vez aceptamos que la vida aunque corta a veces se hace larga si no sabemos elegir bien.

Como he escrito, la vida es larga pero se nos va en un santiamén y es inevitable que de cuando en cuando hagamos un repaso de lo positivo y negativo a lo largo de nuestro trayecto vital, siendo la nota obtenida mucho más importante que la de cualquier selectividad. Cuando la nota es alta significa satisfacción, cuando el aprobado es raspado implica dudas pero cuando suspendemos, solo hay dos caminos, aguantarnos o cambiar radicalmente el sentido de nuestras vidas.

El papel del entrenador es similar a veces al de los padres, hasta el punto de cometer los mismos errores a la hora de aconsejar, ya sea por buscar la parte económica o la fama en vez del disfrute que es el verdadero camino para llegar a la satisfacción personal y por lo tanto a la de aquellos que de verdad nos quieren.

A todos nos pueden salir mal las cosas incluso cuando se estima que los criterios han sido correctos, todos los atletas son susceptibles de lesionarse y todos los hijos son susceptibles de desviarse del “buen camino”, incluso con la mejor educación y las mejores atenciones. Pero lo que no es perdonable es que ese cambio de trayectoria venga influido por el padre, el entrenador e incluso la propia sociedad cuando lo que se busca no es el bien del tutelado, sino la notoriedad de su representante.

Cuando se siente placer con lo que se hace, cada metro que recorre el deportista es un pequeño lapso de placer incluso en situaciones adversas; como cuando el cuerpo pide tregua, cuando duelen las piernas, o cuando la mente trata de traicionarnos con el famoso “anda retírate y que le den”.

Cuando nos enfocamos hacia el vil metal o el triunfo social y mediático, los momentos de disfrute, serán tantos como victorias podamos conseguir y el “anda retírate y que le den”, se torna más efectivo en estos casos, sobre todo cuando las victorias se antojan insuficientes.

Nos programan para ser campeones desde la escuela, pero los buenos maestros, como los buenos padres y como los buenos entrenadores, saben que el verdadero campeón, es el que defiende con tesón una causa, un objetivo y no el que sale victorioso en una competición.

A veces nos extrañamos de la alegría del segundón, del décimo o del último de la fila, que extrañamente festejan espontáneamente sus “triunfos” y sin embargo, se da la circunstancia de que esos deportistas en particular, son los que más valores nos pueden enseñar.


Incluso a los mejores entrenadores