RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

6 oct 2017

Meditare


Lo llaman meditación y todos impulsivamente pensamos en monjes del Tibet o de lugares lejanos; y sin embargo cuando sustituimos esa palabra por “reflexión”, o como la traduce el diccionario: “acción de pensar con detenimiento”, ya nos parece cosa nuestra. El problema es que somos incapaces de ir más allá de la palabra.

Corremos sin rumbo fijo, seguimos las flechas como autómatas sin que aflore otro sentimiento que el maldito esfuerzo, el sufrimiento, las dudas y el qué dirán si no alcanzamos el percentil adecuado.

Nos olvidamos del verdadero motivo por el que comenzamos a derramar las primeras gotas de sudor y aquellos momentos en que pasados los primeros compases de puesta a punto, todos más o menos comenzamos a sentir el placer que nos proporcionaba “correr sin más”.

Nos ponemos manos a la obra, y aumentamos paulatina o desproporcionadamente las distancias, todos le exigimos más a nuestro cuerpo, pero nadie le escucha; queremos mayores ritmos, buscamos las competiciones más y más complicadas, e irremediablemente, terminamos por hundirnos hasta el cuello en la ciénaga mediática.

Pocos se preocupan de sosegar sus impulsos, de eliminar los conflictos con la mente y en definitiva de escuchar las ligeras variaciones del motor; esa maquinaria que bien lubricada y con los cuidados adecuados nos permite salir cada día a las calles, al campo o a la montaña.

Es preciso meditar de cuando en cuando hasta que esa amalgama de “no pensamientos”, se convierta en una rutina no buscada; hasta que esa reflexión se convierta en conocimiento, y con el tiempo en la sabiduría que nos aportará las claves para correr felices y completos.

Cuando te resulta placentero correr, cuando lo disfrutas de verdad; la satisfacción, no llega de los kilómetros que vas sumando, sino de cada elemento asociado al entorno inmediato, del suelo, del aire, de los pequeños ruidos, de los colores y los sabores que sin llegar a empalagar, tienen su función dentro de la boca. Pero sobre todo llega de la ausencia de circunstancias negativas, porque la reflexión nos ha enseñado que en realidad no existen, porque hemos aprendido a expulsar barreras físicas y mentales; siendo conscientes a estas alturas de que en esta vida, hasta lo menos favorable, llega en nuestra ayuda si se lo permitimos.

1 oct 2017

ARRIEMOS BANDERAS


Hay un hecho diferencial entre tanto trapo de color que hacen parte de un colectivo, que ni lo ha elegido, ni sabe de donde ha salido; y sin embargo el significado siempre es el mismo: “YO y TU”.

Efectivamente, la principal función de cada bandera es diferenciar, ya que podría de otro modo suceder que en una guerra los pobres soldados no se atreviese a disparar contra el enemigo si lleva la misma bandera. De modo que unas y otras que por cierto en los origenes tenían diseños similares, se fueron adaptando hasta convertirse en exclusivas.

Las doscientas banderas más conocidas del planeta, se subdividen a su vez en miles y miles de insignias diferentes y cada uno de esos diseños en otros muchos dependiendo del cariño o la estupidez que cada habitante de ese pequeño grupo le tenga a su tela.

Nos han educado en el amor a la bandera, como nos han adiestrado en el amor a un dios que dependiendo de la parte del mundo de que se trate tiene su símbolo propio, y nos han aleccionado de tal modo que para la gran mayoría, cualquiera de esas figuras, se situará inevitablemente por encima de cualquier ser humano, sea cual sea su país, comunidad o paisanaje.

Con los tiempos comprobamos que fuera ya de guerras globales (global por los lugares donde caen las bombas y los civiles), las banderas son carreteras sin retorno usadas por la comunidad política para remover falsas conciencias y exclusivamente para beneficio personal.

En la mayoría de las ocasiones la pasión por “nuestra bandera” nos convierte en adictos y esa dependencia mental y física nos transforma en seres vulnerables, capaces de actuar como posesos si somos convencidos por las personas adecuadas, lo que no nos diferencia mucho de las peores sectas conocidas a lo largo de la historia.

Algunas banderas como la de Israel utilizan un símbolo religioso como es en este caso el talit, excluyendo de ese modo cualquier otro pensamiento religioso como patriótico. Sea como sea, no hay ninguna observación que hacer respecto al orgullo de haber nacido en un determinado lugar, pero cuando esa excelencia te lleva a pensar que eres diferente o te eleva por encima de los demás, lo siguiente suele ser una de las peores armas que dominan por desgracia el mundo actual, que no es otra cosa que el desprecio a los que no son como tú, a los que no piensan igual y sobre todo a los que en general tienen la manía de pensar por sí mismos.

Pertenecer a un lugar concreto, implica también características propias, que no es otra cosa que “ese peculiar temperamento” que llamamos idiosincrasia, que nunca ha sido debidamente respetado por los pueblos o mejor dicho por los gobernantes que nunca han tenido interés en la gran aportación a la humanidad que consiste en la unión de lo diferente. Pero ser distintos no evita que seamos ciudadanos del mundo, como tampoco nos da derecho a poner barreras ni a utilizar la fuerza para conquistar otras poblaciones.

Como habitantes que somos del planeta tierra; jamás deberíamos permitir que el reducido número del “divide y vencerás” supere a los del “SOLOS SOMOS INVISIBLES,   UNIDOS INVENCIBLES