RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

15 oct 2020

A L B U R

 

Hay en los mal llamados juegos de azar, que controlan desde el primer momento todas las posibilidades en el juego; una serie de refuerzos que para sí quisieran los mejores siquiatras y sicólogos del planeta tierra.

Existen una serie de estímulos que la propia máquina controla conseguidos a base de datos obtenidos de los ludópatas grandes o pequeños, que generan en el jugador la ilusión de triunfo, o cuando menos la posibilidad de éxito reciente, lo que induce al que participa del juego a pensar que tiene el premio cerca, incluso que tiene el control sobre la máquina.

Pobre infeliz, que poco sabe de los inventores de estas máquinas, que como he dicho antes, nunca dejan nada al azar y es que además como hemos escuchado tantas veces: “LA BANCA SIEMPRE GANA”.

Ha sido tan grande la cosecha de millones en este negocio, que otros avispados negociantes han llegado a la conclusión de que si sirve para esto, también servirá para otras cosas, y aquí estamos de nuevo en un mundo donde los medios de comunicación y sobre todo los de la cosa virtual juegan a ser trileros con todo aquello que desprenda tufo a irrealidad o inexistencia.

De modo que aquí estamos; nuestras vidas controladas gracias a nuestros guasaps, tuiters, instagrans, feisbuqs, buscadores varios y resto de “grandes hermanos” acoplados en tan poco espacio de tiempo en nuestras vidas. Y me pregunto yo ¿aún quedan seres humanos sobre la faz de la tierra sin aparatitos?.

Llevamos tantos años regalando amablemente (en ocasiones han sido préstamos y otras veces hurtos descarados) los asuntos más o menos relevantes de nuestras vidas que aquellos que tengan acceso a ellos, podrán coger el volante de nuestro destino y dirigirnos donde gusten, incluso en contra de nuestra propia voluntad.

Ya hay oradores que llevan años advirtiéndonos de los peligros que conlleva caer en las “redes”, pero como he dicho al principio, lo repetitivo y otra serie de parámetros nos han convertido en los nuevos ludópatas del siglo XXI, solo que en vez de jugarnos el dinero nos jugamos nuestra propia existencia.