Actividad
no es lo mismo que productividad.
La
primera tiene mucho que ver con el movimiento, con una acción, con
una posibilidad; la segunda con, crear, elaborar, fabricar, obtener,
osea con la aparición de algo concreto, algo material.
La
mayoría de las personas, se pasan la vida en plena actividad, y no
consiguen obtener el producto que buscan; a veces es algo tangible
como el dinero, otras algo casi imposible como la salud, otras como
no, el amor, pero en realidad el verdadero objetivo, el verdadero
producto es la felicidad; lo que ocurre es que por lo general, no nos
llega de golpe, sino racionada.
A
veces cuando se obtiene ese deseo, cesa la actividad, y la gente se
pregunta ¿y ahora que?; de la falta de actividad a la apatía hay un
corto trecho, y en más de una ocasión comenzamos a hablar de
dejadez, falta de ánimo, de entusiasmo, de poca o ninguna
motivación, de indiferencia, para terminar en más de un caso,
sufriendo una enfermedad bastante moderna: crisis nerviosas.
¿Cual
es el motivo? ¿Como es posible que una vez alcanzado nuestro mayor
deseo, ocurran estas cosas?
Hay
varios motivos, uno de ellos es que nuestro modo de vida desde el
momento en que hemos alcanzado lo que deseábamos cambia; toma un
rumbo diferente, o se estanca.
Hablábamos
de falta de entusiasmo, de motivación, etc. pero no habíamos dicho
nada de la pérdida de ilusión y precisamente esa es la cuestión;
ahora nos falta la esperanza que nos animaba cuando teníamos un
sueño, un proyecto, una meta.
En
el deporte ocurre muy a menudo, atletas con un futuro brillante, que
copan desde muy jóvenes puestos de honor en todas las competiciones;
llega un momento en que se hacen adictos a los aplausos, a los
trofeos, a las medallas y se piensan erróneamente que ya han
llegado, que ya han alcanzado su objetivo, cuando es evidente que aún
están aprendiendo a andar sin caerse; en la mayoría de ocasiones,
mal aconsejados, se olvidan de que con catorce o dieciséis años aún
no han salido del cascarón, y que para conseguir su verdadero
objetivo, aún deben seguir peleando muchos años.
En
el deporte ocurre también a menudo, que se buscan los éxitos con
tanta urgencia, que como consecuencia de no haber apuntalado bien
algunos peldaños, la escalera se rompe y el atleta da con sus huesos
estrepitosamente en el suelo.
Evidentemente,
nos falta ilusión, porque hemos dejado de remar y la barca no se
mueve, y esa puede ser la clave; el agua quieta se corrompe, y las
personas sin futuro y sin esperanzas se deprimen; de modo que si
queremos movernos no nos queda otra que seguir remando; comprender
que el mundo se mueve con nosotros y sin nosotros; que debemos
aceptar situaciones nuevas y adaptarnos a ellas y que a veces para
llegar a un punto no nos sirve la línea recta.
Concluyendo:
No debemos cesar en nuestra actividad aunque hayamos alcanzado la
meta, sino obligarnos a ampliar nuestro campo de acción, buscando
otros objetivos; continuar viviendo, y generando nuevas ilusiones.
Y
en relación a la fuerza que nos debe mover, ya lo dijo Albert
Einstein:
“Hay
una fuerza motriz más poderosa que el vapor y la electricidad, la
voluntad”