Lees hoy día alguno de
los millones de artículos que te topas (buscas) por ahí y se te cae
el alma al suelo; que si la tele influye en nuestro ritmo circadiano
impidiéndonos dormir con normalidad, que si al hablar por el
teléfono móvil te afectan un montón de ondas perjudiciales que
pueden instalarse incluso en tu cerebro; que este aparatejo está tan
bien estudiado que en cierto modo imita a las máquinas traga perras
con sus distintos tonos y sonidos varios, que si estamos al borde del
abismo en lo que respecta al cambio climático; pero el colmo de los
colmos es el amor al prójimo que predican muchas religiones si lo
comparas con su modus operandi.
Te paras un momento a
pensar y constatas que esos que predican amor, rara vez comparten el
suyo; si hablamos del teléfono ambulante, los nuevos modelos y la
publicidad cada vez más agresiva nos lava el cerebro de tal modo que
raro es el individuo que no posee uno hoy día (o dos); lo de la
famosa “caja tonta” es ya lo más de lo más; horas y horas
perdidas que al final de una vida se convierten incluso en años con
las posaderas pegadas al sofá.
La publicidad es lo que
tiene, que busca enganchar al público, vender su producto obviando
siempre las posibles contra indicaciones por perjudiciales que estas
sean; porque al fin y al cabo, la publicidad nace para solventar las
necesidades del mercado, marcando diferencia con otros productos
similares, e incluso a veces echando por tierra los valores del
resto.
Por un día, todos nos
sentimos enamorados, padres, madres, esposas o maridos.
Por un día, también nos
podemos sentir corredores de asfalto, de campo o de montaña.
Por un día nos apiadamos
de los pobres, de quienes tienen cáncer u otra enfermedad.
Por un día (más o menos
cada cuatro años) nos sentimos ciudadanos de pleno derecho.
Por un día nos sentimos
caritativos.
Incluso tenemos un día
para “el juego responsable”; ese que tanto arruina a familias
enteras.
POR UN DÍA NOS SENTIMOS
MUJERES, con toda la ristra de derechos que corresponden como seres
humanos que no son diferentes al resto de seres humanos.
Pero pensándolo bien, el
que haya un san Valentín, no va a solucionar mi ya destrozado
matrimonio, ni sentirme corredor un día, me va a permitir correr más
de doce minutos, lo de la caridad, no sería necesario si de verdad
fuésemos tan católicos y no hablemos ya del día del voto ni a
quienes beneficia en realidad ese acto tan democrático.
Los que más dinero
invierten en revertir el cambio climático son los que más
contaminan, los que luchan contra la corrupción en gran medida son
corruptos, los que luchan por erradicar la pederastia, son los
propios pederastas en muchos casos o al menos los que llevan tapando
estos hechos décadas y décadas de sufrimiento ajeno (como
hemos constatado estos días con el asunto de la Bañeza).
Para la gran mayoría
solo hay un día de lucha por la igualdad, por el maltrato, por la
caridad otro para la paz en el mundo, otro para celebrar el año
nuevo, pero ¿y con los aproximadamente 340 días restantes?. ¿No
vamos a hacer nada?
O somos, o no somos, pero
todo el año; los cambios se producen con esfuerzo, pero sobre todo
con constancia, no señalando un día en el calendario como si fuera
la mayor de las conquistas para escuchar en el telediario del día
siguiente que han asesinado a otras dos más; de modo que con vuestro
permiso, PASO DE ESOS DÍAS TAN SEÑALADOS.