RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

20 abr 2022

Arte al aire libre en Santibañez de Valdeiglesias

 

 

 


A menudo me encuentro con pueblos de los que poco o nada se conoce por aquello de la memoria enterrada; ya que con las nuevas tecnologías, todo se guarda en la red y me da a mí que nuestros mayores prefieren contarlo de viva voz como se hizo toda la vida desde mucho antes de los celtas. No se trata precisamente de una localidad deshabitada y por lo tanto no pertenece a eso que han dado en mal llamar “España vaciada”, me imaginaba no obstante que encontraría algo más que una triste nota en la Wikipedia que nos dice esto: “Santibañez de Valdeiglesias es una localidad española perteneciente al municipio de Villares de Órbigo en la provincia de León.”.

Dejamos el Santibañez a un lado porque solamente en León hay por lo menos una decena.

En cuanto a Valdeiglesias; “Val es un apocope de valle, e iglesia significa más o menos asamblea, con lo que o bien había muchas reuniones por los alrededores o lo que tal vez; el nombrecito venga de la abundancia de iglesias por estos contornos. La otra posibilidad es que no haya dado una en el clavo y el Valdeiglesias nada tenga que ver con lo aquí escrito y el inventor hubiera querido decir: “vaya mierda de iglesias”.

Había escuchado no se donde, que esta localidad había tenido gran importancia allá por el siglo trece, época en la que al parecer algunos de sus habitantes eran “grandes señores” o tal vez solo un “gran señor” y muchos “siervos como era habitual” por aquellas fechas; sea como fuere, hoy día no hay demasiadas almas danzando por allí, pero alguna de las pocas que hay deja su impronta a modo de jardín artístico, como se verá en el breve reportaje fotográfico que no pudo ser más amplio por un desliz del que suscribe.

Lo primero que me llamó la atención fue la cantidad de vehículos de dos ruedas que había por allí, no quiero ser exagerado, pero yo no había visto tantas juntas desde la última vuelta a España; las había de todos los colores y no se si será cuento, pero dicen que unas y otras tuvieron como dueño a diversos ciclistas; puestos a elucubrar, y con la seguridad de que no las recuerdo todas, me imaginé la del famoso “pupú”, la del “águila de Toledo”, la de "el español de Mont-de-Marsan”, la de “El Canibal”, la de “El Caimán”, la de “Perico”, además de las de Miguelón el “El extraterrestre”“Monsieur Crono”, “Gino el duro”, “El divino calvo”, “El Fénix”, Ginnetaccio, y hasta el jabalí del Bierzo; y entre tanto machote, solo una mujer para no variar: Joane Somarriba de la que no conozco seudónimo alguno y finalmente una pequeñaja que esta destinada a un futuro deportista que dicen que visitará el pueblo en unos meses a más tardar.

Tras echar unas partidas al parchis que tienen allí habilitado y perderlas todas, me puse a la faena.

En cuanto al despiste del que hablaba más arriba ocurrió cuando un servidor enfrascado como estaba con el asunto de la luz, el encuadre y esas cosas propias de aficionados a la fotografía; no se percató que pisaba las petunias, tulipanes o lo que fuera que tan primorosamente había sembrado el artista (o su señora vaya usted a saber), y al observar de reojo, como una cara roja como un tomate azadón en alto avanzaba raudo al estilo Agustina de Aragón hacia mí, entré en pánico y no se me ocurrió otra cosa que montarme en una de las bicicletas que había por allí sin ningún éxito, pues por mucha fuerza que hiciera sobre el pedal la bici no se movía un ápice de su sitio y eso que era la que ponía “Pedro Delgado”; mientras tanto el azadón y el colorao cada vez más cerca de mí ¿se lo imaginan?.

No me quedó pues más remedio que retroceder sin percatarme de que tras de mí había una pequeña presa que finalmente me acogió en su seno (de mal talante diría yo por mor del dolor de espalda que aún me dura); ya estaba el del azadón mirándome desde arriba, cuando afortunadamente salieron en mi defensa unas señoras que casualmente pasaban por allí y así me pude librar de una buena, pero se me quitaron las ganas de hacer más fotos y con las mismas me alejé de Valdeiglesias lo más rápido que pude y sin dejar de mirar atrás, dejando este reportaje como se verá a medias.

“Vuelva usted cuando quiera buen hombre”, me dijeron mis salvadoras, que esto en la anochecida está precioso; pero me da que este menda no aparece más por allí ni harto de vino.