RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

23 oct 2022

Mushing TRANSOBARRIBA 2022 (CRÓNICA DE UN INFRUCTUOSO REPORTAJE FOTOGRÁFICO)

 

 Dieron las seis de la mañana y la ausencia de sueño fue la propuesta para adelantar algunos trabajos que me permitieran asistir a la carrera de perros de tiro que tan bien organizan en el ayuntamiento de VALDEFRESNO (por cierto, me gusta eso de la “TRANSOBARRIBA”).

El día anterior no tenía clara mi asistencia, pero ese par de horas dieron su fruto y me preparé para asistir a la prueba bien pertrechado como me había avanzado Jesús.

No tenía la cámara habitual, pero ahí estaba la sony para la suplencia, de modo que hice un disparo a modo de prueba y salió algo raro y además en blanco y negro que me dejó pensativo. En fin, me dije, no vamos a caer en oscuros presagios, de modo que a prepararse y adelante.

No llovía, pero estaba lo suficientemente fresco como para ponerse una sudadera por encima, llegué cuando la carrera había comenzado, aparqué y cámara en mano y botas de agua en los pies me fui encaminando hacia algún lugar de mi gusto para disparar a quemarropa; pero antes había que hacer unas pruebas, que nunca se sabe como has dejado la cámara de la sesión anterior y lo mismo tienes el iso a 3200 que la velocidad a 30.000 (así soy yo).

Me encontré con Jesús que me presentó a varias autoridades, de modo que me dije “no puede ser mal augurio lo de la foto”.

Qué equivocado estaba, tras rechazar un caldito, me dirigí a un punto determinado justo poco antes de la meta una cuestina que me gustaba, pero para cruzar había un arroyo que decidí vadear con mis flamantes botas de agua sin imaginar en ningún momento que con las últimas lluvias aquello era algo más que un arroyo y que terminaría tocando el agua con las manos.

No hubo juramentos, porque hace ya muchos años que me tomo las cosas como llegan y en plan positivo (aquello de que hasta lo peor puede ser lo mejor y hay que aceptarlo con una sonrisa). Había una pareja que me aconsejaba arrear pitando por aquello de coger frío, y no lo hubiera hecho de no ser porque la cámara también se zambulló en el agua y había que actuar rápido.

Afortunadamente Sor Raquél apareció por allí como en los cuentos de princesas y se ofreció a llevarme a su casa (para que me cambiara), no me cambié pero si que utilicé su secador de pelo y un recipiente con arroz donde sumergí la cámara a la espera de salvarla de una muerte segura.

Puesto que no había ya nada que hacer, decidí irme a casa para cambiarme de ropa, no sin antes despedirme de las autoridades presentes, pero una carrera en este mismo día por la ciudad tenía cortados todos los accesos posibles hasta mi residencia; pregunté a un local si no podría pasar hasta la cochera ya que aún quedaba mucho para que saliera la carrera, pero se ve que el hombre estaba ya un poco harto y me despachó con un “debería usted saberlo”.

No quedó más remedio que aparcar por donde pude e ir chorreando aún a cada paso ante el asombro de algunos viandantes con los que me cruzaba. Por fín llegué a casa, y ahí comenzó la otra odisea pues solo los que lo han vivido saben lo que cuesta quitarse unas botas de agua cuando en cada una hay más de medio litro de agua, los calcetines encharcados y cuesta hacer fuerza porque todo resbala, de modo que a base de intentarlo una y otra vez, comencé a notar un dolor intenso en los gemelos que se convirtió en un dolor insoportable que me pedía a gritos un médico.

A veces las cosas se complican y esta vez no fue menos, porque el ascensor no funcionaba y bajar desde un noveno se convertía en tarea imposible, como pude y despertando a todos los vecinos a mi paso por cada piso, conseguí llegar a la calle y de allí a los ambulatorios donde me trataron de loco por llegar en esas condiciones, con unas botas de agua que les costó dios y ayuda quitarme y con una lesión importante que me impediría realizar ejercicio al menos durante tres meses.

Gracias a una simpática enfermera pude llamar (el teléfono me lo había dejado no se donde), para cuando llegó mi pareja la bronca fue de aúpa y (yo estaba temblando porque había dejado la cocina como un patatal tras una riada de cerdos monteses).

En fin que no es cosa de alargarse demasiado, aquí estoy tumbado a la bartola esperando a ver que decide el jefe al que no le ha gustado nada lo sucedido.

Y es que a veces las cosas pueden salir mal o peor; pero no pasa nada cuando uno vive eternamente en el “MEJOR IMPOSIBLE”.