RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

2 jul 2023

T E R R Y

 


Se llamaba Sonia, me encantaba su nombre, su pelo, su rostro, me encantaba ella; pero aún así yo la llamaba Terry, por aquél anuncio que veía de niño en aquellos televisores en blanco y negro donde salía una atrayente mujer a lomos de un caballo, con un pelazo rubio que de aquella por mi barrio no habíamos visto ni uno, salvo para mí el de Sonia que si bien rubio no era, tampoco negro como era habitual incluso entre las señoras entradas en años.

Era en mi opinión la mujer ideal, no tenía las líneas cuasi-perfectas de la del anuncio, pero si he de ser totalmente sincero, nunca la miré de esa forma como sí hacía con otras, y entre su sonrisa, su voz, su carácter y su trato, el que pidiese más en una mujer es que no sabía deambular por este planeta.

Sonia salía con mi amigo Álvaro al tiempo que yo hacía lo hacía con Tere, y aunque años después siguen juntos, no supo apreciar creo la pareja que se llevaba en este lote de la vida que tantos cantos tristes genera a la humanidad.

Hubo una ocasión que recuerdo especialmente en la que Álvaro se fue de vacaciones con su familia y coincidimos Terry y yo en la discoteca; no llevaba yo más intención que hacer de acompañante dado que estaba más sola que la una; y entre frase y frase, me pidió bailar en la parte lenta (agarrao para los de mi barrio); la cosa se fue poniendo tan tierna, que de tan unidos que estábamos alguien habría jurado que allí no había más que una persona; y eso generó casi al instante en mi interior una lucha feroz entre el deseo y la camaradería; venciendo esta última por los pelos, cosa que me dolió y que aún me calienta el corazón a pesar de haber pasado tantos años.

Me he encontrado con Terry en pocas ocasiones a pesar de estar viviendo casi siempre en la misma ciudad, incluso casi en el mismo barrio; y siempre recuerdo esas charlas, sus besos largos en la mejilla y algún café que con sumo agrado repetiría y que juraría siempre fue en todas las ocasiones recíproco y me pregunto que habría sido de nuestras vidas de haberme dejado llevar aquella vez; imaginándome por supuesto un amor inmenso e infinito y esa vida plena que todos buscamos y pocos encuentran.

No hace mucho, volviendo de un viaje, me acerqué hasta su casa de campo y de nuevo me volvieron a asaltar las dudas. El estaba algo deteriorado, no se si por el alcohol o por su modo de vida, pues era de los que practican ese deporte que consiste en buscar inmediatamente no una pelota, sino un sentadero. Lo que ocurrió con ella me dejó perplejo y de nuevo aquellos viejos pensamientos aparecieron; no fue más que un instante, tal vez menos de un minuto, pero en la despedida, volvió a abrazarme con un vigor extraordinario y deslizando su rostro sobre el mío me dio un beso largo que duró sin embargo menos que un instante y que me dejó con los labios pasmados y meditabundos. Entró rápidamente mirando al suelo y sin darse la vuelta y yo permanecí alelado un lapso imposible de medir ni con las tecnologías más punteras.

De cuando en cuando recuerdo a Terry y la imagino a veces sonriendo a veces con ese halo triste y luminoso que siempre fue reclamo para mí.

Y la duda vuelve ¿Hice bien?. ¿Estaré aún a tiempo?...