Leo esta misma mañana en el Diario provincial lo siguiente:
"Casi la mitad del recorrido en tren por el Bierzo se hace sin cobertura para el móvil”
Me quedo pensativo o lo que viene a ser lo mismo absorto e incluso dubitativo porque no se muy bien como coger el titular; el artículo completo lo dejo para los que tienen un intelecto más elevado que el mío.
Me pregunto cual será esa “casi mitad” y sobre todo que valor tendrá el “casi” en esta cita porque viendo como se las gasta la prensa podría referirse a un cuarenta y nueve o a un treinta y cinco por ciento esa parte donde el móvil no furrula.
Luego sigo dándole a la pelota y me pregunto sobre el sentido del encabezamiento, porque digo yo que igual es una noticia positiva y te cobran doble por ir tan relajado y sin estar pendiente como hacemos todo el santo día del rectangulín que se inmiscuye en nuestros pensamientos e incluso en nuestra frecuencia como si fuera un toca pelotas. Y una voz apagada me dice que más les valdría a los viajeros tener cobertura pero no para el aparatito, sino para sus mentes.
En fin, paso de titulares y me meto de lleno con otro artículo de un paisano que cuenta cosas raras, con un sentido del humor muy de esta tierra y me encuentro con una cita que desconocía, e inmediatamente me acuerdo de Pablo y de María:
«Leonés: paisano con boina detrás de una sebe»... «Leonesa: paisana con faltriquera detrás de... todo».
Aún me quedan unos segundos antes de ponerme a bailar con el azadón o azada que diría Matilda y me viene a la sesera un poema de Federico, que nos dice que cuando las cosas se ponen jodidas, pues que recurras a los amigos aunque para eso hay que tenerlos claro; pero lo que me mola del poema que lleva por título nada más ni nada menos que “LA CUESTA DE LA VIDA”, es una de las dieciocho líneas con las que cuenta el poema:
“SE CONOCE EL DULCE... PROBANDO LO AMARGO”.
