La estrategia es el arte de concebir, preparar y dirigir operaciones por lo general militares, sin embargo este mismo concepto lo podemos aplicar a nuestros políticos que en vez de dedicarse a gobernar (“administrar o dirigir un país” o también “manejar una persona influyendo sobre ella”), lo que se dedican es a calentar el sillón de su patrón político a la espera de ocuparlo a la mayor brevedad posible.
Evidentemente, la estrategia no corresponde solo a los gobiernos, pues en eso, no hay diferencia alguna con el resto de partidos que intentan auparse por todos los medios al más alto nivel y así poder intervenir en los asuntos gubernamentales, ya sean estos importantes o de escaso valor; y en esa pelea diaria los ciudadanos por lo general muy bien adocenados, adoctrinados y subyugados con esa violencia dialéctica que acostumbran a usar nuestros políticos, nos convertimos en individuos pusilánimes con nula capacidad de decisión salvo para los entretenimientos diarios en los que se discute de asuntos que no solo no afectan a la política, sino que la benefician.
Se comprende pues, que aquellos políticos que dicen representarnos pero que en realidad nos utilizan como peldaños hacia sus fines, no nos presten atención alguna, ni siquiera en las consignas habituales en las que dicen protegernos o hacer esto u aquello exclusivamente por nosotros.
Podemos combatir esta situación desde dentro o desde fuera; desde fuera podemos manifestarnos, pero por grande que sea el número de “paseantes” y por modélicos e importantes que sean sus objetivos, seremos números, estadísticas, pero nunca personas que sufren o que simplemente intentan vivir moderadamente. Si lo intentamos desde dentro, “podemos” hasta crear un partido político y llegar a ocupar sillones, pero generalmente terminaremos absorbiendo las enseñanzas del sistema y repetiremos los mismos errores que en gran cantidad nos beneficiarán personalmente y tanto perjudicarán a nuestros vecinos.
Hay excepciones notables, pero son gotas diminutas de agua en un océano inmenso imposibles de reconocer por el público en general, pues ya se encargan los diferentes medios utilizados por el poder para hacerlos invisibles al ojo humano, no vaya a ser que generen adicción y terminen con “ese conjunto de normas y procedimientos” gracias a las cuales hasta los más corruptos se mantienen en el poder por “sécula seculórum”.
