RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

21 ago 2021

EL ABRAZO

 


Hoy se han vuelto a abrazar apasionadamente; a la vista del público presente, son abrazos entre un hombre y una mujer, pero los sentimientos para ellos dos, son de abrazar el universo, o el mismísimo tiempo, como en aquella ocasión a las cinco de la madrugada en la Gare du Nord una mítica y larguísima despedida que tal vez sea la causante de que muy a menudo ambos se despejen completamente al llegar esa señalada hora.

Era Jacqueline una joven de origen francés por parte de padre y alemán por parte de madre; extrañamente alegre y sorprendente; no le dijo “no” a nada durante el tiempo que se conocieron. A pesar de su nacionalidad y a causa del oficio de diplomático de su padre tenía ciertas carencias con el idioma materno, motivo por el que se conocieron a la altura del Bulevar del Infierno, donde estaba ubicada la Alianza Francesa en París en aquellos tiempos.

Era una mujer con una conexión especial con la tierra, gustaba de andar descalza en cuanto pisaba zona verde, y en ocasiones paseando por el centro de la ciudad se quitaba los zapatos, los llevaba colgados de la mano durante horas, y solo en una ocasión que yo recuerde tuvo un percance que se solucionó a los pocos metros metiendo los pies en una fuente para eliminar la caca de perro que con tanta elegancia llevaba pegada en el pie.

Tenía un pelo muy rebelde que ni era liso ni rizado; un pelo complicado de peinar que tal vez le daba ese aura especial que incluso muchas mujeres percibían al pasar a su lado. No se como la verían los demás, pero para él decir que era bella era quedarse muy corto, aunque puede que su opinión cuente poco, porque le tenía abducido y obnubilado a tiempo total, y en su opinión poseía además de una belleza física a raudales, esa característica que tienen ciertas personas para transformar todo lo que les rodea en hermosura.

Es el caso que hubo un tiempo para la despedida, cuando cada uno se vio obligado a volver a sus vidas habituales y el adiós, tuvo lugar en aquella famosa estación de tren, una triste y trágica despedida en lo sentimental, porque aquellos dos seres no deseaban despegarse el uno del otro. Son cosas que pasan alguna vez en la vida y que vistas desde la perspectiva de los años nunca se sabe si fueron para bien o para mal.

Justo esta tarde se han vuelto a abrazar; ha sido un largo abrazo que aún siendo profundo, no se pareció al de aquella ocasión, porque los años en ocasiones restan emoción a ciertos actos. No es que se pierda la capacidad de amar, de gozar o de sufrir, solo que se acostumbra uno a manejarla y eso tiene como casi todo su lado bueno y su lado menos bueno.

Hablaron como no, antes de este reciente adiós, de aquella noche, del hotel, del camino a la estación, de las lágrimas y emociones sin fin, del no querer separarse, del no querer irse, de la reticencia al abandono mutuo y de aquella infinita y apasionante sensación de quietud con la que recuerdan ambos aquél día.

Hoy son dos ancianos que ya han completado prácticamente su etapa en esta vida; fue un encuentro pleno de emoción, fruto de la pura casualidad; el primer abrazo y tal vez el último, no fue para ellos, sino para aquellos dos jóvenes de la estación. Hablaron de muchas cosas, recordaron algunos momentos íntimos, pero aunque a ambos les brillaban los ojos, y sus corazones palpitaban con cierta violencia; había cierta diplomática tirantez; una rigidez que nos impone la sociedad y que terminamos aceptando.

Ambos se separaron con la sensación de que en La Gare du Nord, cada uno había sido un traidor para el otro a causa de aquella separación que les impidió la posibilidad de una felicidad inmensa que tal vez pudieron haber disfrutado.